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Actualizado: 4 de julio de 2025
Desterrado de Baviera como un miserable faccioso, proscrito y fugitivo, errante por espacio de dos años desde las riberas del Danubio a las montañas de Escocia, me lo habían robado todo, la patria y el honor. ¡Pero me quedaba Eulalia! y este recuerdo inefable encantaba mi miseria y acompañaba mi soledad. Yo era dichoso por el porvenir y por ella.
Estarías admirablemente. Creo que debes encargarte el traje en seguida. Amparo sonrió maliciosamente Ya está encargado y ya está hecho. Mira. Y abriendo el cuarto guardarropa le mostró un maniquí vestido de reina de Escocia. Llegó al fin el día del baile. Los periódicos lo anunciaron por última vez haciendo resonar fuertemente el bombo y los platillos.
La encontré esta mañana por casualidad, exactamente como está, en un cajoncito secreto de un viejo escritorio que hay en la pieza de vestir de mi padre explicó. El que la debió colocar allí por precaución antes de partir para Escocia. La conservaba en mi mano completamente atónito, pero, no obstante, con el más profundo deleite.
No quiero callar aquí para que se conozca el artificio jesuítico, y el modo con que procuran ganar y prender los príncipes, como algunos años há un padre asistente de Inglaterra, llamado el padre Personio, escribió un libro contra la sucesion del rey de Escocia al reino de Inglaterra.
Posee calles enteras de Londres; vastos parques donde corre el zorro perseguido por un tropel de jinetes de casaca roja que galopan entre rugidos de trompas; castillos en Escocia al borde de lagos verdes que hacen recordar las novelas de Wálter Scott; vastas posesiones en Irlanda que sirvieron algunas veces de nocturno escenario á las hazañas de los fenianos de negro antifaz.
No fué una gacetilla, sino un cuento que figuraba pasar en Escocia, donde bajo nombres ingleses, salían a relucir él, su esposa, el Duque, don Rosendo y otras personas conocidas, para vejarlas y ponerlas atrozmente en ridículo. Gonzalo sintió el mismo escalofrío de dolor y de ira que la vez pasada.
Este le escribía: «Transmito a usted inmediatamente el despacho que se acaba de recibir del cónsul helvético en Edimburgo. Ahora podremos, por fin, saber con precisión algo sobre el misterio de Ouchy.» Y con mano que la ansiedad hacía temblar, Ferpierre abrió la otra hoja, que decía: «Sor Ana Brighton vive en Stonehaven, Condado de Kincardine, Escocia.
Dos meses después escribió desde Inglaterra diciendo que había comprado el Fingal, vapor-correo de tres mil toneladas, que hacía el servicio dos veces por semana entre Londres y un puerto de Escocia. Ulises se mostraba entusiasmado por la baratura de su adquisición.
Á ver las armas. ¡Hola! aquí tenemos á un Clinton, de la antigua familia de Hanson y á uno de los Pleyel, rancia nobleza sajona. ¿Y vos? Norbury. Los hay en Chesire y también en la frontera de Escocia. Corriente, señores míos; vuestra admisión y presentación tendrán efecto al instante.
De las heridas que el derrotado plenipotenciario de Constantinopla llevaba en el alma, ninguna escocía tanto a su vanidad, ninguna irritaba tanto su soberbia como el que fueran sus vencedores una beata y un fraile. En el paroxismo de su furor imaginábase estrangular algún día a la taimada Villasis con el pañuelo a cuadros azules y amarillos del hipócrita Cifuentes. Fin del libro segundo Libro III
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