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Actualizado: 1 de junio de 2025
Dos criados de Luisa Noel se apoderaron del equipaje y empezaron á subir escaleras. La criada seguia á los criados. Mi mujer seguia á la criada. Yo seguia á mi mujer.
Después que solté el equipaje en manos de una criada que se presentó al reclamo de mi diminuta huéspeda, me condujo, sin subir escaleras, a una cámara bastante capaz y medianamente amueblada, que tenía ventana con rejas a la calle. ¿Le gusta a usted ésta?
Entonces el médico le dijo: « Bien, ya que usted no puede moverse, voy a la iglesia a ver si consigo que la gente se aparte un poco para que usted vea desde ahí.» Y en efecto, al poco rato observó que la muchedumbre dejaba un bastante ancho pasillo frente al enrejado, y entonces vio a lo lejos, sobre las escaleras del altar mayor, la figura arrogante de María en traje de desposada.
Dirigiéronse al negro boquerón, y Quevedo se encontró en lo alto de unas polvorientas escaleras de piedra, y tan estrecho el caracol, que apenas cabía por él una persona; aquella escalera estaba abierta, sin duda, en el grueso muro. Empezaron á descender. Quevedo contaba los escalones. A los ochenta, el bufón tomó por una estrecha abertura abovedada. La escalera continuaba.
Y se va corriendo hacia el foso y baja las escaleras a saltitos. Llega al foso, y efectivamente no hay verja. Lo que hay es una empalizada de un huerto. Esto le contraría un poco al viejo; pero en fin acuerdan poner la empalizada. La realidad escénica padecerá con este detalle; pero, después de todo, si se piensa bien, puede haber jardines que tengan empalizadas.
Entre éstos distinguió Martín los dos jacos en cuyos lomos fueron desde Zumaya hasta Estella. El coche, un landó viejo y destartalado, tenía un cristal y uno de los faroles atado con una cuerda. Bajó las escaleras Martín embozado en la capa, abrió la portezuela del coche, y dijo a Bautista: Al convento de Recoletas. Bautista, sin replicar, se dirigió hacia el sitio indicado.
«¡Cómo me canso de subir escaleras! dijo el oso torcaz llegando arriba . Cuando se reforme la sociedad, se suprimirán los escalones. Piso bajo todo el mundo». Abrió la primera puerta y entraron; y mientras Bou seguía franqueando puertas, Isidora hacía lo mismo con los balcones para que entrase la luz, ganosa de alumbrar los ricos antros.
Me deslicé escaleras abajo, y por fin, entrando en la sala, vi que ardía aún el fuego. Acerqué una silla, lo removí con el pie y me quedé sorprendido de ver a Partenia sentada allí también, con una criatura de demacrado rostro en el regazo. Díjele si no sería indiscreción preguntarla por qué estaba levantada todavía.
Ustedes me han auscultado, me han preguntado si me canso al subir escaleras, a lo que yo he contestado que, desde luego, me canso mucho más que al bajarlas, me han obligado a respirar fuerte, y, por último, con un gesto de infinito desdén, me han dicho: ¡Bah!... Usted no tiene más que un simple resfriado...
La casa está rodeada de árboles y a un cuarto de hora de la población más próxima. No sé aún con exactitud de cuántos pisos se compone; las habitaciones no están todas las unas encima de las otras; se diría que el segundo piso ha bajado hasta el nivel del suelo a causa de un temblor de tierra. Por un lado no hay que subir ni bajar escaleras; por el otro hay que descender con peligro de la cabeza.
Palabra del Dia
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