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Actualizado: 1 de junio de 2025


Hacen entonces una investigación escrupulosa en los establos, en la granja, en el granero y en el pajar; pero registran sobre todo el molino, suben y bajan las escaleras, y revuelven el cuarto de los trastos viejos.

El sonido se le escapaba, como si el mundo todo con su bulla y las palabras de los hombres se hubieran ido más lejos. Fortunata tenía que gritar para que él se enterase de lo que decía. A lo penoso de esta situación uníase lo que tiene de ridículo. Verdad que aún andaba al paso de costumbre; pero el cansancio era mayor que antes, y cuando subía escaleras, el aliento le faltaba.

Y Quevedo tiró hacia las escaleras, desde en medio del portal donde había estado hablando con Juan Montiño.

La escena me llama, señores dijo la joven ; venid, venid conmigo, Juan, y me veréis trabajar desde adentro. Montiño siguió á Dorotea; don Bernardino siguió á Montiño. Siguieron un trozo de corredor, bajaron unas pendientes escaleras y se encontraron en la parte interior del escenario.

Y cuando desapareció por las escaleras abajo el gran Cedrón, y se vieron solos de puerta adentro la dama rondeña y el galán de Algeciras, dijo ella: «Frasquito de mi alma, ¿es verdad todo esto? Eso mismo iba yo a preguntar a usted... ¿Estaremos soñando? ¿Usted qué cree? ¿Yo?... no ... no puedo pensar... Me falta la inteligencia, me falta la memoria, me falta el juicio, me falta Nina.

Pasaremos aquí la noche se dijo. No había salida alguna. Lo mejor era esperar a que llegase el día y abriesen la puerta. No quería exponerse a que lo encontraran dentro estando la casa cerrada, y aguardó hasta muy entrada la mañana. Serían cerca de las nueve cuando comenzó a bajar las escaleras cautelosamente.

A D. Gregorio, varón pacífico, pero celoso de su honra, le escribió un anónimo revelándole que su mujer tenía a las diez una cita conmigo. D. Gregorio, aunque lo creyó una calumnia, por lo mucho que confiaba en la virtud de su esposa, acudió con D. Ambrosio para cerciorarse de todo. Bajó del caballo, entró en la casa y subió las escaleras sin hacer ruido, seguido de su cuñado.

que, abajo, las puertas se abrían y se cerraban, pasos que subían y bajaban precipitadamente la escalera, las voces de las criadas que gritaban mi nombre; no me moví. Y cuando todo volvió a quedar en silencio, bajé sin hacer ruido por las escaleras de atrás, que eran bastante obscuras, y fui a sentarme en el lugar más desierto del parque.

Cada cual cumple su deber como lo entiende. ¿? Pues date por avisado: al Santo Viático, al granuja que lleva el farolón y a ... os tiro escaleras abajo. ¡Lo veremos! Pepe, sobreponiéndose a su indignación, procuró hablar con calma y, notando la sangre fría de que Tirso alardeaba, quiso mostrar igual serenidad.

De lo contrario, al cabo de un mes de haber subido el ángel exterminador las escaleras de la Aduana, ni un solo hombre del antiguo personal de funcionarios hubiera quedado en pie. Y en remate de cuentas, no habría hecho ni más ni menos que conformarse á la costumbre establecida en casos semejantes por la política.

Palabra del Dia

rigoleto

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