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Actualizado: 17 de junio de 2025


Algunas veces llegaba a olvidarse de la existencia de La Rinconada y de sus habitantes. Montados en briosos caballos, salían doña Sol y él, con los mismos trajes que el día en que se conocieron, unas veces solos y otras en compañía de don José, que parecía amortiguar con su presencia el escándalo de las gentes ante esta exhibición.

«¡Ay!, qué pocos alientos me da usted... Y para colmo de desdicha, ayer tarde me hizo Eponina un escándalo. Si lo que a me pasa no le pasa a nadie... Me ha puesto unas cuentas... de lo más estrepitoso... Por una hechura ¡dos mil reales!, por avíos de aquella bata, sólo por avíos, ¡mil quinientos!... Es para matarla...».

Y me da un fuerte abrazo, mientras grita: ¡Lo mismo que don Luis María Pastor! ¡, exclamo yo , lo mismo que don Luis María Pastor! Y en la sala del Español se ha producido un escándalo enorme. En los palcos, en las butacas, en el paraíso protestaban ruidosamente de nuestra expansión; la representación se ha interrumpido, y hemos tenido que marcharnos avergonzados, mohinos, cabizbajos.

¡Abreme decía la señora, aporreando la puerta, ábreme: no hagas escándalo, Quilito, no me faltes al respeto! Abreme. Quilito abrió. Entró la tía, su cara de muñeca más lustrosa que de costumbre, sin las chapas de color en ambas mejillas, porque el disgusto las había borrado, y siguió al sobrino hasta la alcoba.

Pese a su temperamento calculador y enemigo del escándalo, Baltasar cedía a la vehemente codicia del aromático veguero, hasta el punto de acompañar en público a la muchacha, si bien concretándose a aquel rincón apartado de la ciudad. Hacíalo, sin embargo, con tales restricciones, que Amparo se figuraba que lo comprometía dejándose ver a su lado.

Los varones, divididos en grupos, según las Facultades á que pertenecían sus maridos hembras, hablaban mal de los del grupo de enfrente. La esposa de un profesor de leyes provocaba cierto escándalo.

Señora contestó don Benito, el duelo ha concluido y la vida comienza de nuevo. Pero usted dijo Blanca, con ironía, sobrino carnal, y en Palermo, el mismo día del entierro; ¡qué escándalo! Sobrino carnal, no; político, ... no hay inconveniente. Y ese pobre tío, ese señor don Ramón, ¿cómo estará de triste y desolado? inquirió Fernanda.

Te tengo lástima, Miguel; y debes sentirla por , ¡por , á quien has hecho tanto daño! El príncipe, á pesar de su humilde encogimiento, protestó. Había sido imprudente: era cierto. Aquella agresión en el Casino y el maldito duelo representaban un escándalo estúpido.

El médico, hombre de conciencia y amigo de la verdad, creyó cumplir un deber dando cuenta de sus observaciones al Prior del convento, que tal vez y sin tal vez era en la casa el menos devoto de Baco, hasta el punto de que solía bautizar su vino, con grave escándalo de la comunidad, partidaria del vino moro y aborrecedora de las mezclas.

Había transcurrido mucho tiempo, y una parte del público, deseando descargar su furia contra alguien más que el torero, se volvió hacia el palco presidencial... ¡Señor presidente! ¿Hasta cuándo iba a durar este escándalo? El presidente hizo un gesto que acalló las protestas y dio una orden.

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