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Actualizado: 17 de junio de 2025
«No, no caería en la tentación de convertir aquella dulcísima amistad naciente, que tantas sensaciones nuevas y exquisitas le prometía, en vulgar escándalo de las pasiones bajas de que sus enemigos le habían acusado otras veces.
¡Silencio, silencio! ¡Qué escándalo! volvió a exclamar el público. Y todos los ojos se volvieron hacia el palco del alcalde. Era éste un hombre de sesenta, a setenta años, bajo de estatura y muy subido de color, el pelo bien conservado y enteramente blanco, las mejillas rasuradas, la nariz borbónica, los ojos grandes, redondos y saltones.
La de Belarmino, como ustedes no ignoran, era de frenético arrebato, se propagaba como fuego, causaba escándalo a los corazones sensibles, inducía al desprecio de las cosas santas y amenazaba provocar mayores daños. Este frenesí ya se le pasó, gracias a la caridad de ustedes. ¿Qué más podemos desear? El Belarmino terrible ha dejado de existir.
Los préstamos arriesgados con premio muy subido eran su delicia y su arte predilecto, porque aun cuando alguno no se cobrase hasta la víspera del Juicio Final, la mayor parte de las víctimas caían atontadas por el miedo al escándalo, y se doblaba el dinero en poco tiempo.
Ese es algún amigo del Gobierno exclamó señalando al orador un individuo que estaba en la parte del público. ¿Amigo del Gobierno? dijo el orador indignado. ¿Por qué? ¿Porque amo la libertad sin licencia, la petición sin escándalo? Vosotros amáis la anarquía y cedéis á la venalidad. Me dirijo á los aragoneses, que este sitio se distinguen por su lenguaje procaz y su amor á los alborotos.
Señor, defiéndele del escándalo de la huesa y de las penas de la Jehenna, y danos buen fin en nuestros dias: amen." Abdullah da salam á la concurrencia, en seguida es entregado el cadáver á los sepultureros, y al hundirle en la huesa, donde es cuidadosamente depositado de cara á la quibla, dice por última vez el príncipe: «Señor Allah! nuestro hermano dejó el mundo y va hácia tí.
Su responsabilidad sería objeto de otro discurso. Lo que él solicitaba, como patriota, era que cesase cuanto antes el escándalo y el peligro para las buenas costumbres que significaba el modo de vestir del gigante.
Hubo instantes en que confió su salvación a libros originalísimos que se le ocurrían, y que, según él, estaban destinados a producir gran escándalo en el público. Pero ¿quién iba a imprimirlos? ¿Y la fuerza para escribir dónde podía encontrarla, con la voluntad entorpecida y la inquietud del sustento inseguro?... Comenzaba a dudar de su fuerza.
Los años y el frecuente trato no habían podido borrar el recuerdo de la época en que Teresa era criada en aquella tienda y el escándalo de los señores al verla casada con el dependiente principal.
Divagando de esta suerte, admitiendo como buenos los torpes antojos del despecho, la piedad iba quedando en el alma de Lázaro completamente borrada por la incontrastable fuerza de los celos, hasta el punto de que el miedo de hacer público el suceso, el temor al escándalo, y aun la idea horrible de ver la hija deshonrada a los ojos de su propia madre, llegaron a ser en aquel hombre rémoras creadas por la malicia para eludir el cumplimiento del deber.
Palabra del Dia
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