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Actualizado: 13 de junio de 2025


Eran caballos jerezanos de pura sangre, verdaderos sementales de la tierra, y elogiaba su cara alegre, sus ojos saltones, el corte elegante y esbelto de su figura, su paso enérgico.

Y luego, en medio de la llanura, la encantadora aldea de la Pelleta, con su alto campanario, blanco y esbelto, sus casas albas y su ramillete de naranjos y de jazmines. Y después, más lejos, las montañas obscuras de Medina, cuyas vertientes están cubiertas de olivos y de tejos... Os lo repito, si yo fuese monje, no elegiría otro convento que el convento de Santa Magdalena.

Entonces, ¡oh prodigio! la señora se fué reanimando, y levantándose al fin, mostró á Pacorrito su risueño semblante, su noble frente sin ninguna herida, su cuerpo esbelto sin la más leve rotura, su vestido completo y limpio, su cabellera rizosa y perfumada, su sombrero coquetón, que adornaban diminutas flores; en suma, se mostró perfecta y acabadamente hermosa, tal como la conoció el muchacho en la vitrina.

Viendo que no hay posibilidad de escapar, la joven se agazapa como un polluelo, asustado; y cuando él, triunfante, la toma en brazos, su cuerpo esbelto se yergue como si, al contacto de Juan, la sacudiese una conmoción eléctrica.

¿Cuándo piensas casarte? Cuando me quieran contestaba ella con gracia. ¿No tienes novio todavía? No. ¿Pues en qué estás pensando? Ella sonreía mientras llenaba las tazas de café. La Shele era muy bonita, muy modosita, muy fina. Era este tipo vascongado, esbelto, que tiene algo de pájaro. Muchas veces yo pienso añadió el médico viejo que nuestra raza no es fuerte.

Adiós, Isidro dijo con voz grave, al mismo tiempo que se enrojecían sus mejillas. Adiós, Feliciana contestó el joven. Y la siguió con los ojos, admirando su marcha rítmica y graciosa sobre el barro, su cuerpo gentil y esbelto, que iba empequeñeciéndose con la distancia. El sol se ocultó de pronto; volvieron a cerrarse las nubes; ya no brillaron los charcos.

Del Uruguay dos gigantescos brazos Oprimen su cintura en derredor, Como tu talle esbelto y delicado Circuye en torno el brazo del amor. Esconde la rivera entre sus guijas Las perlas con el nacar y el coral, Como atesora tu alma rica y bella De angélicas virtudes un caudal.

Su corazón empezó a saltar alegremente dentro del pecho. También Ramoncito estaba satisfecho con aquel trueque. El conde de Agreda le era de poco tiempo atrás muy antipático, casi tan antipático como Cobo Ramírez, porque empezó a sentir de él los mismos celos que del otro. En cambio, a Pepe Castro considerábalo como su mismo yo; otro concejal más esbelto.

El nuevo presbítero era casi un niño por la apariencia: los ojos azules, profundos y tristes, la tez blanca y nacarada como la de una dama, los cabellos rubios, el cuerpo delgado y esbelto. La emoción le tenía ahora muy pálido: esto hacía aún más interesante su fisonomía espiritual.

A unos cinco pasos próximamente del seto aparece una figura femenina, de talle esbelto y formas juveniles, que, encorvada hacia la tierra, trabaja con ardor. ¿Quién será? ¿Pertenecerá al molino? Una nueva criada quizás.

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