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No quiero, sin embargo, hacer un trabajo erudito, sino una meditación filosófica. Los poetas satíricos, los novelistas, los autores de comedias de todos los pasados siglos, han dado muestras de que en la época en que vivían se estimaba más el dinero que en la presente. Aun los mismos refranes, antiquísimos vestigios de lo que se llama sabiduría popular, vienen en apoyo de lo que digo.

Otros maestros a quienes Velázquez debió de conocer allí y que no ejercieron en él la menor influencia, tendrían facultades para tratar el asunto hasta con grandeza homérica: acaso el Dominichino, el Guercino, Albano y Guido Reni habrían sido más poetas, Poussin más erudito; ninguno tan pintor.

Y si usted duda de mi palabra, ahí tiene usted en ese estante a Giraldi «Expositio juris Pontificii que en el tomo II, parte 1.º, trata la cuestión con gran copia de datos...». El señor Peláez estaba acostumbrado al estilo del Provisor, que nunca era más erudito que al echar la zarpa sobre una víctima.

Esta vez no se representaba Roberto, sino Los Hugonotes. Habían transcurrido cinco años. Llega usted muy tarde me dijo uno de mis amigos, un profesor de Derecho, abonado de la Opera, que se muestre tan alegre por la noche como erudito por la mañana. Y hace usted mal agregó, dándome un golpecito en la espalda, un hombrecillo vestido de negro, de voz acre y cabeza empolvada.

Entre un mamotreto momia y un gustoso tratado de sociología, recién salido del horno, el filólogo y el erudito eligen el primero. Entre un mancebo apolíneo y un vejete horrendo, de verrugosa nariz, el pintor elige el segundo y disputa de buena fe que es más hermoso pictóricamente. ¡Qué aberración! Pero hay algo que me exaspera aún más.

Me acuerdo que estudiando un día, en un acceso de vanidad juvenil, la historia de las alianzas de mi familia, me llamó la atención el singular nombre de Porhoet y que mi padre, muy erudito en estas materias, me lo alabó muchísimo.

Estas artes de los sectarios no son nuevas: son tan antiguas como sus errores, y se hallan bien descubiertas y explicadas en el erudito libro: el Soldado Católico de FR. GERÓNIMO GRACIAN. En segundo lugar puede colocarse aquel sofisma, que llamó Aristóteles peticion de principio, y se comete quando se trae por prueba lo mismo que se disputa.

El insigne D. Antonio Delgado ocupándose de nuestro D. Adan bajo el aspecto de anticuario, le califica de personaje poco conocido, pero, sin duda, de vasta instrucción y juiciosa crítica; el licenciado Rodrigo Caro compara alguno de sus trabajos con los de Isaac Casaubón y J. Scaligero, Hübner le distingue entre sus coetaneos, el marqués de Valde Flores le llama muy docto caballero; el Padre Barco le califica de muy sabio y erudito y muy instruido en todo género de letras; por último, D. Nicolas Antonio, dice: que añadió á la nobleza heredada de sus mayores, el clarísimo ornamento de su amor y estudio de las bellas letras, y que por sus conocimientos de la antigüedad y por su erudición, fué justamente tenido en grande estima entre los príncipes de la literatura de nuestra Patria en su siglo ...

No es de suponer tampoco que la difícil inteligencia del FAUSTO dependa de la erudición previa que para entenderle se requiere. Basta, a nuestro ver, con una cultura mediana. El comento erudito es inútil.

Por decir algo, expresó su agradecimiento al Sr. de Mayoral, que así nombraban al clérigo erudito, y añadió que ya había reconocido en el otro señor sacerdote al benéfico D. Romualdo. «Ya le he dicho también agregó Mayoral , que es usted criada de una señora que vive en la calle Imperial, y prometió informarse de su comportamiento antes de recomendarla...».