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Actualizado: 11 de octubre de 2025
El carruaje se ha detenido a la entrada de una calle desierta en que verdea la hierba por entre las piedras. Enfrente de la iglesia de San Juan se abren los porches de una antigua casona que se levanta entre el patio y los huertos. Mientras el conductor descarga el equipaje, Voinchet entra en la casa llamando a un criado.
Y si á dicho contraste se añade el que formaba todo el don Silvestre con su equipaje, al que desaliñaba más y más metiendo los dedos de sus manos entre el pescuezo y la corbata que le molestaba, hasta dejar ésta debajo del cuello de la camisa, dígame el lector qué le pasaría al pobre hombre cuando en semejante arreo se echó á la calle, sin escuchar los consejos del amigote ni las protestas del elegante guía que, sin el miedo de perder su destino, se hubiera negado á acompañarle.
En ese paradero subió al tren un gran contingente de pasajeros de los cuales ninguno traía ni un solo bulto de equipaje.
Yo no tenía otro equipaje que dos camisas y un pantalón, además del que llevaba puesto; un pantalón nuevo, azul, con muchos botones: la única prenda que pudo hacerme mi madre... ¡Aún lo estoy viendo!...
Entonces tuvo lugar un sostenido y encarnizado combate por ambas partes, retirándose al fin los españoles con pérdida de 500 hombres muertos en el campo de batalla, entre los que habia 27 oficiales, y abandonando Monteverde al enemigo cinco cañones, muchas armas y pertrechos, su propio equipaje y mas de 6.000 pesos de plata.
Mientras sostenía este monólogo, iba sacando de un cajón de la cómoda prendas de ropa blanca, a fin de hacer su equipaje, pues como todas las personas irresolutas, solía precipitarse en los primeros momentos y adoptar medidas que le ayudaban a engañarse a sí propio.
Si la ves, dile que mande por sus cuatro pingos y por los papelotes de su padre». Y en efecto, al anochecer del 12, Isidora mandó por su equipaje. ¡Temblad, humanos!..., ¡ponía casa! El furor de D.ª Laura creció, y en ella chocaban las palabras con las ideas y las ideas con las palabras, como las olas de un mar embravecido.
Después, mientras Bonis y D. Nepo y los demás que habían acudido a recibirla daban órdenes para subir a casa el equipaje, ella emprendió la marcha escalera arriba, colgada del brazo de Gaetano. En el primer descanso se detuvo, respiró con dificultad, miró al barítono con fijeza, y acabó por decir: ¿Y si me hubiera muerto en el camino... por culpa tuya? ¡Bah! ¡Sí, bah!
Sin embargo, por honradez profesional, le avisó que la signora rubia, la más joven y simpática, había pensado en él al irse, dejando su equipaje en la portería. Se apresuró Ulises á desaparecer. Ya enviaría alguien que recogiese sus maletas. Y tomando otro carruaje, se dirigió al albergo de Santa Lucía... ¡Qué golpe inesperado! Al verle entrar, el portero hizo un gesto de sorpresa y de asombro.
Yo mismo no lo sé; vuecencia tenía la silla de manos dispuesta en una encrucijada; la noche en que vine era tan obscura, que aunque hubiera querido... Muy bien; ahora mismo buscarás un coche de camino. Muy bien, señor. Que el mayoral y los mozos sean extraños, que no me conozcan. Muy bien, señor. Necesito ese coche dentro de una hora. ¿Y el equipaje del señor? No necesito equipaje.
Palabra del Dia
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