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Actualizado: 11 de mayo de 2025
El respeto a la jerarquía social les impulsaba a amontonarse contra la reja, como si por ella se columbrara un mundo superior, manteniéndose en envidioso silencio cada vez que una señora pasaba por cerca de ellos sin mirarlos.
Este hombre, que apellidaba Babilonia el envidioso, quiso dar al traste con Zadig, porque le llamaban el dichoso. Cien veces al dia, dice Zoroastro, se halla ocasion para hacer daño, y para hacer bien apénas una vez al año. Fuése el envidioso á casa de Zadig, el qual se estaba paseando por sus jardines con dos amigos, y una señora á quien decia algunas flores, sin otro ánimo que decirlas.
Unos, como el corregidor y los inquisidores, en castigo de haberse quitado la gorra ante la cabeza cortada de Bracamonte; otros, como San Vicente y el alférez, por la rabia de los celos; y los demás, por el envidioso temor de verle escalar los más altos honores. ¿Cómo explicar si no, la insistente acusación de complicidad con los moriscos? ¿Quién podía pensar de veras, que un hombre de su casta fuera capaz de semejante atentado contra Dios, contra el reino, contra su propia honra?
Los infantes D. Pedro y D. Juan gobiernan juntos el reino: el infante D. Juan, envidioso de los lauros que ciñe D. Pedro, le propone hagan juntos una algarada por tierra de moros para que la gloria de ambos sea igual. Admite D. Pedro, pero lo que los hombres disponen suele desbaratarlo el cielo.
Cogióla Zadig con su acostumbrada cortesanía, pero no se la ató á la dama á la pierna; y este leve yerro, si por tal puede tenerse, fué orígen de las desventuras mas horrendas. Zadig no pensó en ello, pero la muger del envidioso pensó mas de lo que decirse puede. Cada dia se le presentaban nuevas damas.
Yo puedo echarme a los pies de este buen sacerdote, y decirle que soy soberbio, envidioso, impuro, y pedirle que me castigue y luego me perdone; pero lo íntimo de mi falta quedará por confesar: es por mil razones inenarrable para él. »¿Es por esto mi confesión imposible?
Leíase en ellos: Un monstruo detestable Hoy rige la Caldea; Su trono incontrastable El poder mismo afea, Por la vez primera de su vida se creyó feliz el envidioso, teniendo con que perder á un hombre de bien y amable.
Caminaba pues al cadahalso, atravesando inmensas filas de gentes curiosas; ninguno se atrevia á condolerse de él, pero sí se agolpaban para exâminar qué cara ponia, y si iba á morir con aliento. Sus parientes eran los únicos afligidos, porque no heredaban, habiéndose confiscado las tres quartas partes de su caudal á beneficio del erario, y la restante al del envidioso.
No estoy celoso ni envidioso de los santos, de los mártires, de los bienaventurados, ni de los mismos serafines. Mientras mayor me represento el amor de Dios a las criaturas y los favores y regalos que les hace, menos celoso estoy y más le amo, y más cercano a mí le juzgo, y más amoroso y fino me parece que está conmigo.
Pero el ingenio de Lope es tan admirable y tan flexible para todo, que brilla en un género literario y en otro parece ser soberano. Así, en toda composición se encuentra á Lope, y todos los géneros poéticos han sido cultivados y perfeccionados por Lope. ¡Lejos, pues, malevolencia y envidia, aunque el envidioso exista, porque sobre una y otra está Lope!
Palabra del Dia
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