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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Embriagado en tan horrible júbilo, dirigió al mismo rey esta sátira escrita de pluma de Zadig, el qual, con sus dos amigos y la dama, fué llevado á la cárcel, y se le formó causa, sin que se dignaran de oirle. Púsose el envidioso, quando le hubiéron sentenciado, en el camino por donde habia de pasar, y le dixo que no valian nada sus versos.

Estoy segura de que si enviásemos allá abajo un hombrecillo que yo conozco, un verdadero bribón de París, pálido como una manzana que no ha madurado, mimado por los otros criados, celoso de aquellos a quienes sirve, envidioso del lujo que le rodea, vicioso como un sumiller, al cabo de quince días se habría hecho cargo del porvenir que se le ofrecía. Tal vez. ¿Pero y si erraba el golpe?

Recitó en voz alta el satrapa las acciones por las quales podian sus autores merecer el inestimable premio, y no habló siquiera de la magnanimidad con que habia restituido Zadig todo su caudal al envidioso: que no era esta accion que mereciera disputar el premio.

Con su envidioso odio á los cultos extranjeros, los profetas judíos maldijeron más de una vez los «altos lugares» en que los pueblos vecinos colocaban á sus ídolos, pero no procedían ellos de otra manera y miraban á las montañas para evocar á los ángeles que los socorrían: sobre una montaña se elevaba su templo: también conversaba Elías con Dios sobre una montaña.

Sábete, Sancho, que es muy fácil cosa a los tales hacernos parecer lo que quieren, y este maligno que me persigue, envidioso de la gloria que vio que yo había de alcanzar desta batalla, ha vuelto los escuadrones de enemigos en manadas de ovejas.

Le adjudicáron los bienes del envidioso que injustamente le habia acusado: Zadig se los restituyó todos, y el único afecto del corazon de su acusador fué el gozo de no perder lo que tenia. De dia en dia se aumentaba el aprecio que el rey de Zadig hacia: convidábale á todas sus recreaciones, y le consultaba en todos asuntos.

Estando este bendito religioso Hincado de rodillas en el suelo Con grande devocion, el envidioso Agaz, tirano indio, sin recelo Le flecha: mas al punto un luminoso Nublado descender se del cielo, Y en el subir

Bien dijo entonces: «Para sólo nació don Quijote y yo para él...» Bien dijo entonces, asimismo, como alguien le tildara de envidioso: «Descríbaseme la envidia, que yo no la conozco». En cambio, otros, y bien ilustres, la conocían por él... No estaba todavía muerto, no, pues que pensaba... Y sintió que se abría una puerta y entraban en tropel, como legión de espectros, conocidísimas figuras...

Si Dios le mata y paso a heredar su dicha, enhorabuena; pero maldito sea yo si deseo su muerte, y antes me vea comido de gusanos que envidioso. Bien dijo aquel gran pensador en el libro V del Emilio, que la virtud que sólo se funda en las acciones es virtud falsa y postiza». Por la noche se retiró a su casa lleno de congoja, por no poder ya aliviar con palabras y ficciones la de su infeliz amiga.

Cada cual se llamaba como le parecía; yo mismo cambié de nombre; no quería que, si me llegaban a ahorcar, el apellido de mi padre saliera a la vergüenza pública. Entró el nuevo Tristán en Batavia, adonde habíamos ido a desembarcar unos negros. No era el nuevo piloto un canalla, como el anterior, insolente y envidioso; parecía, , un poco sombrío y triste.

Palabra del Dia

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