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Actualizado: 25 de junio de 2025
8 el cual os he enviado a esto mismo, para que entienda vuestros negocios, y consuele vuestros corazones; 9 con Onésimo, amado y fiel hermano, el cual es de vosotros. 11 y Jesús, el que se llama el Justo; los cuales son de la circuncisión, éstos solos son los que me ayudan en el Reino de Dios, y me han sido consuelo. 14 Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas.
Su majestad está en la saleta azul, dijo la duquesa enjugándose las lágrimas ; me ha enviado delante, para que apartéis de aquí las personas que pudieran verla. Su majestad os creía muy enferma. ¡Ah! sí, del corazón, del alma... me estoy muriendo. Pero no estoy tan débil que no pueda ir á ver á su majestad. Vendrá á consolarme. La reina viene alegre, impaciente.
Entonces tú le dirás: También tu siervo Urías heteo es muerto. 22 Y fue el mensajero, y llegando, contó a David todas las cosas a que Joab le había enviado. 23 Y dijo el mensajero a David: Prevalecieron contra nosotros los varones, que salieron a nosotros al campo, bien que nosotros les hicimos retroceder hasta la entrada de la puerta.
A que replicándole el Padre: como podia ser eso, cuando el Rey lo habia enviado solo á ese fin, por el cual se habia arrojado á los peligros de tantos males, hasta llegar á sus tierras; y que eso mismo, y no otra cosa, pretendian el Sr. Gobernador, los Maestres de campo y capitanes? Respondió el cacique: "No dudo de eso que dices; lo que se duda es que los españoles quieran paz, que sea paz.
Aquel hombre me vistió con el traje de Juana, me puso su sombrero en la cabeza y un espeso velo por la cara; y tomando el saco de cuero que contenía los papeles de la víctima, me hizo salir de mi casa. No tomó, de todo lo que me pertenecía, más que la papeleta del Monte de Piedad que tú me habías enviado aquella misma mañana. Yo ignoraba entonces el uso que quería hacer de ella.
¡Ah! ¡le conocéis...! ¡os ha enviado él...! ¡ama á la otra...! ¡ama á doña Clara...! ¡y se casará con ella...! ¡oh! ¡no! ¡no se casará! ¡será necesario para ello que me haga pedazos la Inquisición! ¡Oh, Dios mío! exclamó á su vez el padre Aliaga. ¿Pero qué te ha dado ese hombre? exclamó con irritación el tío Manolillo ; ¿qué te ha dado que te ha vuelto loca?
Vos, Chandos, dad las órdenes oportunas para que el señor de la Carra sea tratado y atendido cual lo merece por su rango y por sus prendas. Siempre bondadoso, observó Don Pedro. Aun con los que se le muestran tan altivos como acaba de hacerlo ese enviado, añadió Don Jaime. Decid más bien que procuro ser siempre justo, repuso el príncipe Eduardo.
3 Y fue que, cuando oyeron la ley, apartaron de Israel toda mistura. 4 Y antes de esto, Eliasib sacerdote, había sido prepósito de la cámara de la Casa de nuestro Dios, pariente de Tobías, 6 Mas a todo esto, yo no estaba en Jerusalén; porque el año treinta y dos de Artajerjes rey de Babilonia, vine al rey; y al cabo de días fui enviado del rey.
Hacía ya más de treinta años que Pedro de Covillán había sido enviado a aquel reino por el príncipe perfecto don Juan II. Aquel varón simpático y astuto se había ganado la voluntad de los etíopes y singularmente la de la sapientísima reina Elena, quien le tuvo por consejero y muy por su privado. Pedro de Covillán se había hecho abisinio, Grande del reino y Gobernador o más bien príncipe feudatario de fértiles y dilatadas comarcas.
Algún efecto produjeron las últimas gestiones: el Conde de la Rochepot, enviado como Embajador á España en 1600, recibió encargo de interesarse por Pérez con la eficacia que acredita el siguiente párrafo de las instrucciones: «Cuidará particularmente de inquirir lo que podrá hacerse en favor del Sr.
Palabra del Dia
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