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Ojeda dejábase vencer de nuevo con cualquiera de estos incidentes. Al llegar a tierra sería otro hombre, recobraría su fidelidad; pero aquí estaban en pleno Atlántico, y ¡quién sabría nunca lo que ocurriese!... Había que entregarse a su destino; seguir las sugestiones irresistibles del «gran impuro». Y Maud la dominadora le veía otra vez sujeto a su encanto atormentador.

Ignorante de la ruta, sintió placer singular en entregarse a la ajena experiencia. Callada, se inclinó a la ventanilla y siguió la línea escabrosa de la sierra, que se recortaba en el cielo despejado. El tren andaba más despacio cada vez: estaban llegando a una estación. ¿Qué es esto? dijo volviéndose a su compañero. Miranda de Ebro contestó él lacónicamente.

Iba á recobrarlo de un momento á otro, y su felicidad sería completa... Inmediatamente se arrepintió de haber evocado este recuerdo, que podía disolver el hechizo en que vivían. Pero ella no mostró emoción alguna. ; lo recobraré murmuró . Estoy segura. Me acompaña la buena suerte... Ya era hora, después de sufrir tanto. Y volvió á entregarse al momento presente.

Estaba segura de que su padre cedería si Romadonga sabía hablarle con diplomacia. Dio un salto el viejo elegante cuando Concha le propuso una entrevista con el sillero. Sin embargo, le convenció de que su padre era un bendito y, no estando borracho, incapaz de entregarse a ninguna violencia de palabra y mucho menos de obra.

JULIA. Pasa lo que en todos los aprendizajes; pero crea usted que el aprendizaje es lo más delicioso que hay. Conviene entregarse a él sin procurar analizarse; toda distracción es nefasta en estos minutos.

En seguida dio Morsamor sus instrucciones a los jefes y ordenó que ocupase su puesto cada uno. La nueva Argo siguió huyendo, pero con muestras de desesperación y de miedo, sin desplegar más velas, como si pareciese resignada ya a entregarse al enemigo. El corsario, impaciente, lanzó, no obstante, tres disparos de falconete para que la nueva Argo se rindiera.

Te advierto todo esto por si puedes hacer algo por esa pobrecita, que será capaz de entregarse atada de pies y manos al bribón de su marido, si no hay alguien que la aconseje. Si sirvo yo para algo, incluso para romperle un esternón a Jacobito...».

Pasó Ana, sin querer leerlas, algunas hojas. En ellas había escrito la historia de los días que siguieron al de la procesión, famosa en los anales de Vetusta. , se había creído prostituida; aquella publicidad devota le parecía una especie de sacrificio babilónico, algo como entregarse en el templo de Belo para la vigilia misteriosa.

No era una mujer lo que encontraba; era una hembra fríamente resignada con los deberes de la procreación. Sobre esto tenía ella sus «ideas particulares y propias» como su marido allá en las Cortes. El querer mucho a los hombres no era de mujeres buenas; eso de entregarse a la caricia con estremecimientos de pasión y abandonos de locura, era propio de las malas, de las perdidas.

Por otra parte, Juanita era tan orgullosa, que por más que le doliese el recelo de que doña Agustina le quitase a don Paco, no quería, llamándole a , acudir al punto a evitarlo y quedarse con la duda de que él, no llamado, hubiese podido ceder y entregarse a otro dueño.