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Actualizado: 25 de junio de 2025


También deberían destinarse para aumentar esta renta los derechos que se tuviese a bien el imponer por las sepulturas de la iglesia, de modo que el que se hubiese de enterrar en ella, fuese indio o español, pagase la sepultura, y el que no, que se enterrase en el cementerio; y también debería tener su parte la fábrica de la iglesia en el arancel que debería formarse para los derechos que habían de pagar los españoles que se avecindasen en estos pueblos.

Esto, y ver por doquier restos humanos consumidos por la lepra, enterrar á todo el que buenamente le parece á consecuencia de dicha enfermedad, crear tipos á su capricho, y acusar de no cuántas cosas á los poseedores de aquellas islas, hasta el punto de conceptuarlos como un mal para la humanidad, completan las páginas de M. Arago, salpicadas de cuando en cuando con bravatas que son fáciles de escribir ya que no de realizar.

Ramiro se retiró. Al pasar frente a la iglesia de San Juan, un lacayo entregole un billete lacrado. Don Diego de Valderrábano le comunicaba que, a las seis de la tarde, se reunirían en su casa varios amigos, a fin de pedir permiso al Corregidor para enterrar ellos mismos el cuerpo de Bracamonte; y en muy graves palabras le invitaba a acompañarles en la demanda.

Momentos después pasaron trotando junto á Roger el corregidor y cuatro ballesteros, habiendo recibido los otros dos la orden de cavar una fosa y enterrar los cadáveres. Uno de los soldados limpiaba la larga hoja de su espada en las crines del caballo, y al verlo Roger le sobrecogió tal angustia que arrojándose sobre la hierba prorrumpió en sollozos convulsivos.

No llegó el rey, por malquerencia y chismes de sus cortesanos, a premiar tan generosamente al poeta, pero consta que le envió a Tus, lugar de su nacimiento, donde él estaba retirado, un regalo casi equivalente, si bien fue ya tarde, porque le llevaban a enterrar cuando entraron en Tus los que dicho regalo traían.

De tormento nada más. ¡Ay!, si yo no le sujetara, él se empeñaría en aborrecer mucho; pero el aborrecimiento no me gusta, yo no aborrecer, y antes que llegar a saber lo que es eso, quiero enterrar mi corazón para que no me atormente más. Te atormenta con los celos, con el sentimiento de verte humillada. ¡Ay! Nela, tu soledad es grande.

En este medio se pasaba mucha gente á los turcos y morían muchos, así por la falta de medicinas como por el mal gobierno que había en el hospital, que aun para enterrar los muertos no nos supimos dar maña, sino echarlos de la muralla abajo, para que entendiesen los enemigos lo poco que podíamos durar, porque huyéndose y muriendo tantos, no podía faltar de verse presto el cabo de nosotros.

El duque de Arjona que supone Morales enterrado en Córdoba no murió hasta el año 1438, y el duque de Medinasidonia, de quien aqui se trata, fué mandado enterrar en la capilla mayor antigua en 1404. Falta solo saber qué se hizo del arca ó caja de madera en que yacia sepultado.

Cuando la multitud ya había pasado, me dirigí a una mujer casi octogenaria que seguía con paso más lento a la comitiva, a causa de su avanzada edad, preguntándole el nombre de la persona a quien llevaban a enterrar. «¡Ay, señor! me ha contestado sollozando , no puede usted haber dejado oír de hablar de la buena Cornelia.

Recorro aquel encantado bosque de columnas, silencioso y sombrío como las poéticas florestas del Eufrates; respiro la fragancia del ámbar y del aloe quemado bajo sus incorruptibles techumbres de alerce, suave al embriagado olfato como el aroma que exhala de sus verjeles la gran ciudad edificada sobre las ruinas de Seleucia y Ctesifon reunidas; báñome todo en la templada luz que por las naves difunden multitud de lámparas reflejando en el terso pavimento, en los bruñidos jaspes de las columnas y en las portentosas labores del santuario; no diviso ya ni aquella catedral, obra de nazarenos, que un momento se alzaba en medio de la gran mezquita, interceptando mi vista ansiosa de abarcar su primitivo conjunto; ni aquella multitud de capillas y altares, obra indiscreta y confusa de todas las épocas y gustos reunidos, capillas y altares odiosos al fiel muslim que ve erigidos en ellos otros tantos ídolos; ni los infinitos sepulcros que profanaban la santa casa donde no osó mandarse enterrar ningun Califa: veo la gran rival de las mezquitas de Damasco, Bagdad y Jerusalen, restituida por ensalmo á su primitivo destino, y dando al olvido mi orígen, mi siglo y mi , me encuentro trocado en fervoroso y entusiasta islamita.

Palabra del Dia

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