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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Si puede encargar otros dos, hágalo por mi cuenta, pues los necesito para regalar á una persona de respeto; no le molesto más por hoy. Consérvese bueno y no deje de enterarme minuciosamente de todo cuanto ocurra, pues dará gusto con ello á su amigo y superior, q. b. s. m., N * 1.º de Octubre de 187...
Si yo no fuese tan aficionado á saber, si mi afán de enterarme de todo no fuese tan vivo, me importaría poco que se descubriese, cada día, un cúmulo de manuscritos como el que posee y exhibe el Archiduque: pero yo quiero saberlo todo, y como el tiempo me falta, y la vista me va faltando también, y sé poquísimos idiomas, se apoderan de mi espíritu la inquietud, el mal humor, algo como miedo de acometer un trabajo nuevo y algo como envidia de aquellos para quien apenas es trabajo sino deleite el investigar tales escritos y poner en claro lo que dicen.
No lo daré por muy seguro, porque no he llegado a enterarme bien y no gusto de fantasear, pero es posible que mientras yo he estado afanadísimo componiendo todas estas candideces e inocentadas, a fin de salir del paso, mis silfos hayan fundado nuevos imperios, creado constituciones, inventado filosofías y máquinas, y erigido monumentos, en su sentir, imperecederos.
Y, dicho esto, el médico prorrumpió en una carcajada estentórea; todos los que escuchaban sintieron un momentáneo escalofrío. Habiendo conseguido dar aquella broma agradable, el doctor Lorquin añadió en tono más serio: Hullin, yo debía tirar a usted de las orejas. ¿Por qué, cuando se trata de defender la patria, no se acuerda de mí? He tenido que enterarme por otras personas.
Si conspiran los realistas, es seguro que tú estarás con ellos, ¿no? Hombre, yo ... contestó Gil maliciosamente yo soy hombre de orden, y nada más. Si ando con Elías y me trato con los suyos, es sólo por enterarme de sus manejos, pues.... Siempre el mismo truhán redomado: nadie como tú ha sabido navegar á todos los vientos.
«Un distinguido escritor decía yo en El Sol se queja de que los españoles hayamos adoptado la costumbre inglesa de ponerle una hache al te.» A esto contesta el Sr. Salaverría afirmando que yo miento, porque él no ha dicho nunca que los españoles hubiésemos adoptado semejante costumbre. Y he aquí por dónde vengo a enterarme de que el Sr. Salaverría lo ha dicho. Yo no he nombrado al Sr.
Es espantoso enterarme de circunstancias que nunca nos hubiéramos atrevido a prever ni a desear, circunstancias que hubieran superado a nuestros mayores deseos, sucederse, multiplicarse a nuestro alrededor, cuando todo nos está prohibido, cuando de la dicha que ellas nos hubieran augurado no queda más que un recuerdo pesaroso.
La doctora maldecía á los italianos pensando en Alemania; yo los maldije pensando en ti, viéndome obligada á seguir á mi amiga, á preparar la fuga en dos horas, por miedo á la indignación del populacho... Mi única satisfacción fué al enterarme de que veníamos á España. La doctora se prometía hacer aquí grandes cosas... Yo pensé que en ningún lugar me era más fácil volver á encontrarte...
Hubo necesidad de adoptar ciertas precauciones, pues corrían rumores, según pude enterarme después, de que iban á linchar á Lacoste, á su paso por las calles de la población. El Cuartel de la Rural, á donde fué conducido Lacoste, estuvo todo el día rodeado de curiosos que deseaban verlo antes de que fuera trasladado á Santiago de Cuba.
»Al fin, puse mis ojos en la carta, y tuve alientos para enterarme de todo su contenido. ¡Qué infamia! ¡Y yo dudaba poco antes que hubiera almas bastante viles para cometerlas tan grandes como aquella!
Palabra del Dia
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