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Actualizado: 24 de julio de 2025
El 16 de Mayo hiciéronse por algunos correr las voces de que los moriscos preparaban un motín para levantarse en armas de acuerdo con los de Córdoba, y en dicho día aparecieron en la iglesia de Santa Ana, de Triana, y en otros puntos, pasquines dando la voz de alerta á las autoridades, con lo cual se consiguió alarmar la ciudad, comenzando enseguida diligencias y pesquisas en contra de los moriscos, los cuales, en realidad, nada habían hecho, ni ningún proyecto tenían de turbar la paz de la ciudad.
Para no dar tiempo a que Morsamor lo reflexionase y se arrepintiese, Tiburcio le condujo enseguida a la casa de campo donde las dos ninfas vivían.
Allí también Guardiana, penetrada de alegría por otra causa diversa: porque había traído consigo a dos de sus pequeños, el escrofuloso y la sordo-mudita; en cuanto al mayor, ni se podía soñar en llevarlo a sitio alguno donde hubiese gente, porque le entraba enseguida la «aflición». La niña sordo-muda miraba alrededor, con ojos reflexivos, aquel mundo del cual sólo le llegaban las imágenes visibles; por su parte el niño, que ya tendría sus trece años, y que hubiera sido gracioso a no desfigurarlo los lamparones y la hipertrofia de los labios, gozaba mucho de la fiesta, y se sonreía con la sonrisa inocente, semi-bestial, de los bobos de Velázquez.
Que esta querida niña tenga enseguida un sitio para descansar! ¡Tiene de ello tal necesidad después de semejantes emociones!... Envíe usted á buscar gentes á la quinta ... Quiero que dentro de dos horas esté todo en orden en el castillo ... ¿Cómo te sientes, querida hija mía? ¡Esperarás el almuerzo!... ¡Oh! No tengo apetito ninguno, tía ...
Pero hubo tiempo y oraciones para todo y para todos; porque tras el rezo por el alma de su padre, rezó por la de su madre, y después por las de abuelos, y enseguida por las de todos sus parientes, y luego por las de cada uno de los míos, y, finalmente, por las necesidades de la cristiandad entera.
No la preguntó a usted si desea conocerla, porque, aunque no lo desee, es de gran necesidad para mí que la conozca, y va usted a conocerla ahora misma... Pues sírvale de gobierno que esa mujer a quien yo deseo hacer reina de este humilde palacio, y principalmente de su dueño, es usted, Lita. Dígame si no le agrada el trono con que la brindo, para pegarle fuego enseguida.
Y no acometí enseguida las reformas que había ido proyectando en el viejo caserón de los Ruiz de Bejos, porque éstas eran palabras mayores, como decía el Cura, y me faltaban los elementos necesarios para acometerlas.
La abrió precipitadamente, y miró la firma. Era de su padre también. Leyó enseguida la fecha y vio que la carta estaba escrita hacía más de quince años. La carta era lacónica. No contenía más que estas palabras: «Querida hija: El portador de esta carta será don Gregorio Salinas, escribano de Madrid, persona de toda mi confianza.
El silbido de la flecha se oyó á gran distancia; el medidor del terreno se arrojó de cara al suelo y levantándose enseguida echó á correr en dirección opuesta al grupo que formaban los tiradores. ¡Aprieta, Tristán! ¡Si no se tira al suelo no lo cuenta! ¡Bien, muchacho! exclamaron los arqueros. ¡Mon Dieu! No he visto jamás proeza igual, dijo el de Brabante.
Palabra del Dia
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