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Actualizado: 19 de junio de 2025
Las razones del padre vicario son justas, discretas... Al pronto me convencieron. Pero se fue y todo el valor de aquellas razones me parece nulo; vano juego de palabras, mentiras, enredos y argucias. Yo amo a D. Luis, y esta razón es más poderosa que todas las razones. Y si él me ama, ¿por qué no lo deja todo, y me busca, y se viene a mí, y quebranta promesas y anula compromisos?
En eso no estoy conforme contigo replicaba la hermana; para estos tiempos no vale la inteligencia, y mucho me temo que en los enredos de la Bolsa no esté Quilito más comprometido de lo que fuera menester. Casilda, eres una pesimista de mal agüero. ¡Ay, Pablo, ojalá me equivocara! A los síntomas apuntados, se agregaron bien pronto el ensimismamiento, el mal humor, la irritabilidad.
Doña Manuela podía parecerle en ciertos momentos falta de dignidad; pero él echaba la culpa de todo a la maldita ambición, que la sumía en los enredos y trampas, donde dejaba a jirones poco a poco, por sostener el boato de familia, aquella altivez que tan bien le sentaba.
Llegan de Londres, de San Petersburgo, de Nueva York o de Melbourne en busca de nuevas contratas; han corrido el globo con la indiferencia del que tiene todo el mundo por casa; han pasado una semana en el tren o meses en el vapor, para volver a su rincón de la Galería, sin que el viaje les haya reformado, reanudando sus enredos, maledicencias y envidias, como si hubiesen salido de allí el día anterior.
Mas no quisiéron que el primer puesto del mundo, que era el de esposo de Astarte y monarca de Babilonia, pendiese de enredos y partidos; y juráron reconocer por rey al mas valiente y discreto.
Confiaba tanto en las peregrinas dotes de Milagros, que decía para sí: «No sé cómo será, pero ella saldrá del paso». Cuando la marquesa le dio el último apretón de manos, Rosalía le dijo: «Ya me contará usted mañana cómo lo ha arreglado». Y cuando fue hacia el nicho de Bringas para contarle el caso, él le tomó la delantera con estas acerbas palabras: «¿Qué enredos trae ahora la Tellería?
¡Ah! ¡Un ensalmador de condenados, reparador de injurias y falsificador de doncellas! Conozco al tal. ¡Pero vos conocéis á todo el mundo, don Francisco! dijo Dorotea. Conócenme á mí todos; no es mía la culpa; el que en enredos anda, enrédase. Yo creo haber oído hablar de ese Cornejo dijo Dorotea.
La comedianta fué á ver al Cornejo para pedirle un bebedizo, y le reveló el secreto de las cartas. Más claro... más adelante... concluid... ¿cómo ha llegado á vos ese secreto? Montiño sudaba. Doña Clara, inflexible, con una fuerza de voluntad incontrastable, dominaba al cocinero mayor. ¿Quién me habrá metido á mí en estos enredos? decía para sí el cocinero.
Cierto que habían perdido ya estas cartas mucho de su fuerza, por haber muerto en aquel intervalo el viejo revolucionario y por su demora propia en entregarlas, mas no le faltarían a él mentiras complicadas y habilidosos enredos para explicarlo todo a su gusto, y además, su posición había de variar muy pronto, adquiriendo grande importancia.
Enredos y dificultades; cuando mi duque de Osuna me escribió que viniese á la corte en busca vuestra, no sabía yo el trabajo que habíais de darme, ni verme metido en tales laberintos, como en los que por vos estoy, sin corazón y sin cabeza, sin cuerpo y sin alma. ¡Vos!
Palabra del Dia
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