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Actualizado: 26 de julio de 2025


EUMORFO. Eso mismo repito yo. ¿Cómo no te hundes en el centro de la tierra? CREMATURGO. ¡Inicua! Nos estabas engañando a todos. EUMORFO. Esto pasa de castaño oscuro. ¡Tres al mismo tiempo! CREMATURGO. ¿Qué puedes alegar en tu defensa? EUMORFO. Con razón enmudeces. ASCLEPIGENIA. Yo no enmudezco ni con razón ni sin ella.

Y lo que de esta insinuación me ha de dar V. md. en agradecimientos, démelo en puntualidades, que me serán la verdadera satisfacción; y en el ínterin que se logra, hágame V. md. el gusto de enviarme, también con las comedias, una memoria aparte de los títulos de todos sus autos, y trate V. md. de no negárseme á uno ni á otro, engañando su modestia con su atención.

Por respeto a misma, nunca había hablado de esto a nadie, ni al mismo Delfín. Pero una noche estaba este tan comunicativo, tan bromista, tan pillín, que a Jacinta se le llenó la boca de sinceridad, y palabra tras palabra, dio salida a todo lo que pensaba. « me estás engañando, y no es de ahora, es de hace tiempo. Si creerás que soy tonta... El tonto eres ».

Una sed eterna, semejante á la de los condenados, martirizaba á aquellos infelices. ¡Qué otro placer al salir de allí, que la paz y la sombra de la taberna, con el vaso delante que daba una alegría momentánea, engañando al hombre con ficticias fuerzas para seguir aquella vida de salamandra!...

Pero escribía otra vez, procuraba reportarse, y al cabo la indignación, la franqueza necesaria a su pasión estallaban por otro lado; y entonces era él mismo quien aparecía hipócrita, lascivo, engañando al mundo entero. «, , decía, yo me lo negaba a mismo, pero te quería para ; quería, allá en el fondo de mis entrañas, sin saberlo, como respiro sin pensar en ello, quería poseerte, llegar a enseñarte que el amor, nuestro amor, debía ser lo primero; que lo demás era mentira, cosa de niños, conversación inútil; que era lo único real, lo único serio el quererme, sobre todo yo a ti, y huir si hacía falta; y arrojar yo la máscara, y la ropa negra, y ser quien soy, lejos de aquí donde no lo puedo ser: , Anita, , yo era un hombre ¿no lo sabías? ¿por eso me engañaste?

¡Ay, señora, usted no sabe lo que pasa, usted no sabe que a las dos nos está engañando... y quién es la que nos le entretiene, una culebra, una hipocritona, que me vendía amistad...! Esto no quedará así, señora, no quedará así... Ahora lo que le conviene es tranquilidad; que tiempo hay de ajustar cuentas atrasadas...

Se comprende fácilmente: el padre es el duque de Lerma; el hijo, el de Uceda; el otro, don Baltasar de Zúñiga, y el sobrino, el conde de Olivares, esto sin contar el de Lemos y otros... ¿De modo que habéis vivido engañando á todo el mundo? El amor al dinero... Porque sin el dinero... ¿Habéis llegado al punto de matar por el dinero? ¡Ah, no, señor; no, señor! exclamó todo horrorizado Montiño.

Segunda parte de las comedias de D. Guillén de Castro: Valencia, por Miguel Sorolla, 1625. Engañarse engañando, El mejor esposo, Los enemigos hermanos, Cuánto se estima el honor, El Narciso en su opinión, La verdad averiguada y engañoso casamiento, La justicia en la piedad, El pretender con pobreza, La fuerza de la costumbre, El vicio en los extremos, La fuerza de la sangre, Dido y Eneas.

Pero... ¿habría tenido la criminal imprudencia de casarse engañando a un hombre, ocultándole su pasado? ¡Lo pasado! En el largo catálogo de sus conquistas, ninguna recordaba don Juan que valiese lo que aquélla.

No se me ocurre nada. Más vale que olvidemos eso y sigamos como hasta ahora rindiendo culto al arte de Fidias en secreto y en los ratos de ocio. Miguel le miró en silencio y con atención algunos momentos. No es verdad. Me estás engañando y te invito a que no lo hagas. Creo tener derecho a que me hables con franqueza.

Palabra del Dia

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