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Actualizado: 24 de julio de 2025


1146 Hay hombres que de su cencia tienen la cabeza llena; hay sabios de todas menas, mas digo, sin ser muy ducho: es mejor que aprender mucho el aprender cosas gúenas. 1147 No aprovechan los trabajos si no han de enseñarnos nada; el hombre, de una mirada, todo ha de verlo al momento: el primer conocimiento es conocer cuándo enfada.

La tarde en que se enfada porque ella no le hace caso, la sigue de cerca en el paseo, entre varios amigos, soltando palabras groseras y carcajadas estúpidas, y llegando a veces a tirarle por las trenzas del pelo, hasta que con esta y otras sandeces consigue hacerla llorar. La conducta de Fulanita suele ser análoga.

Los más audaces le cogían una mano, se la estrechaban fuertemente y la agitaban en todas direcciones, deseosos de prolongar lo más posible este contacto con el grande hombre nacional, al que habían visto retratado en los papeles públicos. Luego, para hacer partícipes de esta gloria a los compañeros, les invitaban rudamente. ¡Chócale la mano! No se enfada. ¡Si es de lo más simpático!...

No me importa le contestó Maxi, dejando el sombrero en la percha . Lo merezco, como lo merece toda persona que se enfada porque no le han limpiado las botas. ¡Qué humanidad tan imbécil! Amigo Segismundo, ¡qué hermosa es la muerte!

Ese portento de hermosura habrá caído en las redes de otra persona, que no en las mías. Yo lo que me digo exclamó D. Pedro con atronadora voz y basta. Denme licencia para retirarme, que avanza la hora y esta tarde he de embarcarme con la expedición que va al Condado de Niebla a operar contra los franceses. La ociosidad me enfada y deseo hacer algo en bien de la patria oprimida.

Sin gritos ni blasfemias como los demás, me da unos pellizquitos de monja que me deja el cuerpo negro como el cordobán... Y el angelito mientras tanto sonríe y me pregunta con mimo: «¿Qué tienes, hija mía? ¿Te he hecho daño?» ¡Maldita sea su estampa!... Como cuáles son los sagrarios que recorre, muchas veces mando á un chico á buscarlo. ¿Crees que se viene para casa ó que se enfada? ¡Na!

Diego manifestó doña María con severo acento . Me enfada la bajeza de tus conceptos, que indican la ruindad de tus juicios. Si Inés fuera tu hermana, podrías tener esos escrúpulos; pero siendo tu futura esposa, cuanto has dicho es ridículo. Una gran señora, ¿ha de ser encogida y corta de genio como una novicia de convento? D. Diego, oído esto, se acercó de muy mal talante a sus hermanas.

Tu charlatanería me enfada, Alacrana. ¿Qué recado me traes? ¿Qué recado? Tres días de santa conferencia he empleado, mi niño. ¿Qué ha de hacer la pobrecita? Creo que está dispuesta a echarse fuera y huir contigo a donde quieras llevarla.

Si vuesa merced no se enfada, en mi próximo viaje a la corte...» y dejaba caer en el oído del soldado alguna deslumbradora promesa. Movíase la conversación, casi siempre, en derredor de los temas que él decantaba. Tenía el orgullo de la verbosidad. Dirigirle una pregunta era como abrir una compuerta de regadío.

Luego, como olvidando aquel pensamiento, prosiguió: Ciertamente Gonzalo es harto rendido. Cuanto más dura soy con él más parece desearme. Yo le quiero, le quiero de veras, Alvarez. En cambio Ramiro tan pronto se derrite como se enfada; hoy es arrope, mañana vinagre. Más orgulloso no lo hay.

Palabra del Dia

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