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Batiste, al inspeccionar las incultas tierras, se dijo que había allí trabajo para largo rato. Mas no por esto sintió desaliento. Era un varón enérgico, emprendedor, avezado á la lucha para conquistar el pan. Allí lo había «muy largo», como decía él, y además se consolaba recordando que en peores trances se había visto.

Ensayaremos un revulsivo enérgico, forte.... E um retrocesso ao pulmao... veremos de desviarlo.... ¡Bon Deus! ¡bailar, y beber refrescos! Y ahora tenemos que luchar con el sudor... O suor esgota-a. Pasaba este diálogo entre el doctor y Lucía, a distancia suficiente del lecho de la enferma, a fin de que no oyese palabra.

Miró a don Víctor a la luz del farol de la escalera y le vio desencajado el rostro; y don Víctor a él le vio tan pálido y con ojos tales que le tuvo un miedo vago, supersticioso, el miedo del mal incierto. Hasta llegar allí, el Magistral no había hablado, no había hecho más que estrechar la mano de don Víctor e invitarle con un ademán gracioso y enérgico al par, a subir aquella escalera.

¿Y qué pasó? Lo de siempre cuando nos vemos a solas. La gran jaqueca. Es buena, cariñosa, dulce; la estimo y la respeto y considero.., pero no nos entendemos. ¡Ya conseguirá que me dejes! ¡Eso no! Tuvimos una escena muy desagradable y estuve muy enérgico. No te atreverías. ¿Qué no? Pues mira: le dije «no me apures la paciencia porque nos separamos.

Quiso continuar, pero no pudo; cayó sobre su silla como un saco, y Serafina, orgullosa de aquella oratoria inesperada y de la discreción con que su amante se abstuvo de aludirla, le felicita con un apretón de manos y otro de pies más enérgico.

Miró intensamente á Ricardo, que bajaba los ojos, no sabiendo qué decir, y añadió con expresión pensativa: Crea usted que un hombre joven y enérgico hubiera ido muy lejos teniendo á su lado una mujer como yo. Sorprendido Watson por estas palabras, levantó su mirada, pero volvió á fijarla en sus pies, cual si temiera seguir viendo los ojos de ella.

En esta lucha casi reciente, cuyo triunfo saborean envalentonadas las gentes religiosas, y que esparcía en torno del enérgico jesuíta un prestigio de caudillo invencible, había roto doña Cristina los últimos restos de la intimidad puramente amistosa que aún existía entra ella y su marido.

La isla, sedienta y empolvada durante gran parte del año, parecía repeler por todos sus poros esta exuberancia de lluvia invernal, como un enfermo repele el medicamento enérgico y tardío de difícil asimilación. En estos días de aguacero, Febrer permanecía encerrado en su torre. Era imposible ir al mar e imposible también salir con la escopeta por los campos de la isla.

Pero como podía tanto en él la voluntad, se sobrepuso a todo, arrojó de su pecho la culebrilla que se deslizara en él furtivamente, o invocando a Dios primero y al Ginebrino después, exclamó con enérgico arrebato de cristiano y filósofo: «Lejos de esa infame alegría por la desaparición del que triunfó de .

Era un pueblo nuevo, aristócrata, enérgico, poderoso, espléndido. «Nunca fue mayor dicen las Relaciones topográficas, inéditas, ordenadas por Felipe II ; nunca fue mayor; siempre ha ido en aumento y va creciendoEn sus casas flamantes, de espaciosos salones, de claros y elegantes patios acolumnados, habitaban cuarenta hidalgos.