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Actualizado: 2 de junio de 2025


Bajo el enérgico y maternal gobierno de esta noble princesa disfrutó de paz y sosiego su reino, destrozado antes con luchas y divisiones de partidos.

Cual si a aquella voz vibrante se despertase la memoria del desdichado hijo, volvió pies atrás, fue derecho a Lucía, y sin pronunciar palabra cogiole las dos manos, y las prensó entre las suyas, con enérgico y mudo apretón. Así se estuvieron breves segundos sin acertar a decirse una frase de despedida.

Ningún país, a no estar bajo el yugo de una tiranía invencible, tiene más gobierno que el que se da y merece. Cuanto hay en España de más enérgico, de más ilustrado, de más discreto, la ha gobernado ya. Apenas habrá quedado hombre de alguna nota en todos los partidos que no haya sido Ministro. Si todos han sido inhábiles, fuerza es conjeturar que España no da más de .

El aspecto, la voz, el enérgico desprecio de aquel reto sobrecogieron a Jacobo por un momento; recobrando, sin embargo, bien pronto su audacia, replicó lleno de rabia: ¡Que la presente si quiere!... ¿Dónde tiene las pruebas?... En su poder las tiene... Suficientes para alcanzar un divorcio: bastantes para hacer poner el capuchón... a cualquiera que lo merezca... ¡María!

El canónigo fumaba un cigarro largo y fino; yo, un cazador, ese tabaco oscuro, velloso y de sangre, tan enérgico, sutil y esencial provocador de ideas e imágenes que, a veces, sustituye con ventaja los beneficios del trato humano, sin sus inconvenientes y molestias.

El otro chico, Chomin Zelayeta, era hijo de un tornero y vendedor de poleas del muelle. Chomin se distinguía por su viveza y por su ingenio. El padre era un tipo, hombre enérgico, de carácter fuerte y un poco fosco, que encontraba motivos raros para sus decisiones. ¿Por qué no se casa usted de nuevo, Zelayeta? le dijo alguno. No, no; ¿para qué? Tendría que hacer mayor la casa, y no me conviene.

Es indispensable que le envíes a decir que te arrepientes y que la cita ya no tendrá lugar. Juanita conoció que el momento era llegado en que tenía que echar a rodar su humildad y obediencia, declarándose independiente de su maestra y amiga y manifestando lo enérgico e indómito de su voluntad, que a nada ni a nadie se doblegaba.

Las finas siluetas de hijos de familia, holgados dentro del smoking, hacían resaltar la fuerza muscular de Juan. Sus anchas espaldas, su rostro enérgico tenían cierta belleza, una belleza viril que hacía dominante su mirada luminosa, súbitamente dulcificada, hasta la más infinita ternura, cuando se posaba sobre María Teresa.

Eran caballos jerezanos de pura sangre, verdaderos sementales de la tierra, y elogiaba su cara alegre, sus ojos saltones, el corte elegante y esbelto de su figura, su paso enérgico.

No sólo parecía recobrado de su debilidad, sino que estaba inquieto, ágil y como si acabara de tomar un excitante muy enérgico. En cuanto entró su mujer, se fue derecho a ella, abotonándose el cuello de la camisa, y en tono de acritud le dijo: «Oye... estaba deseando que vinieras para decirte que esas visitas del señor de Feijoo me cargan.

Palabra del Dia

rigoleto

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