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Actualizado: 12 de junio de 2025
Esto fué muy comentado en la ciudad, pues de los frailes franciscanos de la Casa Grande se decía, no sin fundamento, que eran partidarios del Archiduque, y aun que habían enviado en diversas ocasiones ocultamente cantidades crecidas para el sostenimiento de las tropas enemigas de la casa de Borbón.
Si se ha intentado el crimen, por lo que sucede... es decir... por lo que no sucede, es casi seguro que ese crimen se ha frustrado... si ha habido crimen, estoy seguro que estáis inocente de él... se os conoce... y á más... yo os conozco hace mucho tiempo; por dinero sois capaz de engañarme y de engañar á todos los que os paguen; de servir á personas enemigas, las unas contra las otras, á un mismo tiempo... pero no cometeríais un asesinato por dinero... estoy seguro de ello... callad, pues, acerca de este atentado; yo lo averiguaré todo, sabré lo que hay de cierto y castigaré á quien deba castigar.
¿Conocerasle tú, Florela? dijo doña Guiomar con la voz un tanto cuanto sonando a celos. Cien años pasaran, y entre mil le viera, y conociérale, respondió Florela. ¿Pues cómo le has visto tú, o cómo te ha mirado él, exclamó, ya con la voz y la mirada enemigas, doña Guiomar, que así, no habiéndole visto más que por breves momentos, no puede despintársete?
¿Qué quieres hacer? dijo Hullin con sequedad . ¿Quieres rendirte? ¡Rendirme! exclamó el contrabandista . ¿Me tienes por un cobarde? Entonces, explícate. Esta noche salgo para Falsburgo. Arriesgo el pellejo al atravesar las líneas enemigas, pero prefiero eso a cruzarme de brazos aquí y perecer de hambre. Entraré en la plaza a la primera salida o trataré de ganar una poterna.
Sus primeras composiciones para la escena, que vieron la luz en 1812, se acomodan en todo al sistema dominante entonces en España. Alfieri le sirvió de modelo en su tragedia La viuda de Padilla, representada por vez primera en Cádiz mientras los franceses la sitiaban, y bajo el estampido de las bombas enemigas.
Ocho mil genoveses quedaban en el fondo del mar, y las naves vencedoras volvían á Barcelona con tres mil quinientos prisioneros y cuarenta y una galeras enemigas. Con este desastre se iniciaba la decadencia marítima de Génova. Los catalanes expulsaban á sus mercaderes de Egipto, monopolizando el comercio de África.
Introdúcese el desórden, Aníbal maniobra con destreza y la victoria se decide en su favor. Ciertamente que nadie ignoraba que era posible recoger muchas víboras, y encerrarlas en vasos de barro, y tirarlos á las naves enemigas; pero la ocurrencia solo la tuvo el astuto cartagines.
Entonces hubiera sucumbido ciertamente si Tanasio de Entralgo no oyese sus gritos. Se batía éste en retirada al lado del Cojo de Mardana, pero en buen orden y causando grandes estragos en las filas enemigas, cuando llegó á sus oídos las voces de auxilio de su enemigo. «Simón le dijo al Cojo, oigo la voz de Quino. Me parece que está en mucho aprieto allá arriba.
Peligroso era ir allí con una nave sola exponiéndose a un encuentro con fuerzas superiores enemigas, pero Morsamor, deseoso de señalarse por actos heroicos, propuso a sus compañeros de navegación y de armas dirigir el rumbo hacia Chaul y acudir en auxilio de la flota portuguesa que defendía allí la construcción del castillo y que tal vez en aquellos momentos estaba sitiada y vigorosamente combatida.
Se murió de unas fiebres enemigas, que le empezaron con grandes aturdimientos de cabeza, y unas visiones dolorosas y tenaces que él mismo describía en su cama revuelta, de delirante, con palabras fogosas y desencajadas, que parecían una caja de joyas rotas; y sobre todo, una visión que tenía siempre delante de los ojos, y creía que se le venía encima, y le echaba un aire encendido en la frente, y se iba de mal humor, y se volvía a él de lejos, llamándole con muchos brazos: la visión de una palma en llamas.
Palabra del Dia
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