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Actualizado: 12 de junio de 2025


Pero entonces ocurrió uno de esos cambios de escena tan frecuentes en la guerra, y cuyo artificio, si cae en buenas manos, basta a decidir la victoria. Arrojadas nuestras filas sobre las guerrillas enemigas, clareado el terreno y puestas en juego algunas piezas de artillería, vióse que los franceses vacilaban, agrupándose y retrocediendo como si buscaran nuevas posiciones.

Os juro, mi buena, mi amada madre, que no. Y sin embargo, hemos sido enemigas. ¡Enemigas! dijo don Juan. Si no enemigas, yo no la he querido bien, y ella me ha querido mal. No; no, señora: todo consiste en que vos sois amiga de Lerma, y yo amiga de la reina... pero eso nada importa; vos habéis querido separarme de la reina... esto era natural.

Los bandos en que se dividieron, y que tomaron por nombre á las parroquias de Santo Tomé y San Benito, donde las irritadas familias enemigas tenían sus casas solariegas, duraron cuarenta años, sembrando la desolación y el espanto en la ciudad y enrojeciendo muchas veces de sangre sus calles.

De las dos fajas fugitivas, separadas por una zona siempre creciente, ocupada por especies enemigas, la que se retiraba hacia la montaña veía disminuir el espacio ante ella, en proporción á la suavidad del clima: ocupó primero las estribaciones de la falda, después las pendientes medias, después las altas cimas, y ahora tienen algunas como refugio último las crestas supremas de la montaña.

La claridad aumentaba por grados; distinguíamos los rastrojos, las hierbas agostadas, y después las bayonetas de la infantería, las bocas de los cañones, y a lo lejos las masas enemigas, moviéndose sin cesar de derecha a izquierda. Volvieron a cantar los gallos. La luz, única cosa que faltaba para dar la batalla, había llegado, y con la presencia del gran testigo, todo era completo.

Marchando junto á sus carros cargados de estiércol ó montados en sus borricos sobre los serones vacíos, encontró en el hondo camino de Alboraya á muchos de los que habían presenciado el juicio. Eran gentes enemigas, vecinos á los que no saludaba nunca.

Los portugueses estaban todos a pie. Casi envueltos por tan superiores fuerzas enemigas, retrocedieron con espanto hacia la orilla del río. Sólo reembarcándose podían lograr ya salvar las vidas, mas para reembarcarse era menester, no sólo hacer cara al enemigo, sino tenerle a cierta distancia durante algún tiempo.

Todas las teorías novísimas le cautivaban, mayormente cuando eran enemigas de la tradición. El transformismo en ciencias naturales y el federalismo en política le ganaron por entero. Tenía gran facilidad de dicción. Se asimilaba prodigiosamente las ideas de los libros y las ideas de los maestros orales, sus frases, su estilo y hasta su metal de voz.

Algunos años antes se habían encontrado en el bosque, y desde entonces se amaban, en silencio y sin esperanza, como conviene a hijos de familias enemigas. Los Montescos y los Capuletos... ¿Se habían declarado ustedes su amor? No... pero se habían besado. ¡Ah!... ¿y después?

Que perteneciesen á dos naciones enemigas nada significaba. En todas partes hay buenas gentes, y este Karl era un subordinado digno de aprecio. Se mantenía á distancia de sus iguales y era inflexible y duro con los inferiores. Todas sus facultades parecía concentrarlas en el servicio y la admiración de los que estaban por encima de él.

Palabra del Dia

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