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Actualizado: 12 de junio de 2025
En el café de la Comedia estaban algunos de estos héroes de la época, y brindaban a la muerte del general Lavalle; Navarro, que los ha oído, se acerca, tómale el vaso a uno, sirve para ambos, y dice: «¡Tome usted a la salud de Lavalle!» Desenvainan las espadas y lo dejan tendido. Era preciso salvarse, ganar la campaña, y por entre las partidas enemigas, llegar a Córdoba.
Sucedióle un dia que quiso dar un banquete á una dama, que, en vez de admitirle, se fué á cenar con Zadig; y otra vez, estando ámbos hablando en palacio, se llegó un ministro que convidó á Zadig á cenar, y no le dixo nada á Arimazo. En tan flacos cimientos estriban á veces las mas crueles enemigas.
Llevando la cabeza de una pasó dos trincheras, arrolló las guardias enemigas... mas no á todos inflamaba su ánimo: vió con dolor que capitanes y soldados arrojaban las armas; vióse abandonado, teniendo que correr hacia las galeras amparadas bajo el castillo con ánimo de resistir todavía, y para lamentarse de la suerte, que le puso al cabo en manos de Piali. ¡Con qué dolor refirió al Rey en el Memorial la extremidad, en que no le acompañó la entereza ni la consideración de todos sus capitanes!
Figúrense ustedes, señores míos, un hombre viejo, más bien alto que bajo, con una pierna de palo, el brazo izquierdo cortado a cercén más abajo del codo, un ojo menos, la cara garabateada por multitud de chirlos en todas direcciones y con desorden trazados por armas enemigas de diferentes clases, con la tez morena y curtida como la de todos los marinos viejos, con una voz ronca, hueca y perezosa que no se parecía a la de ningún habitante racional de tierra firme, y podrán formarse idea de este personaje, cuyo recuerdo me hace deplorar la sequedad de mi paleta, pues a fe que merece ser pintado por un diestro retratista.
Efectivamente, aquí está en letras de molde dijo con grandes aspavientos el diplomático, preparándose a leer . Oigan ustedes: «Madrid, 6 de junio. El descontento de las tropas enemigas parece general, y corre muy válida la voz de que en Bayona hay insurrección, y de que el Emperador está oculto, añadiendo algunos que herido.»
En Cartagena obtuvo el mando de una pequeña fuerza, con la cual subió por las márgenes del Magdalena, y despues de haber batido varias partidas de las tropas enemigas en diferentes puntos de aquel rio, desde Ocaña solicitó el permiso del gobierno de Cartagena para pasar á Cúcuta. Obtenido el consentimiento, con grande esperanza y entusiasmo emprendia su obra el valeroso caudillo.
Tan seguros como yo a estos hombres, tenía a los de Coteruco mi gran amigo don Román de la Llosía, y ya te he contado cómo y por qué, dos años hace, en cuanto vinieron estas políticas nuevas que hoy nos gobiernan, en un abrir y cerrar de ojos se le fueron de las manos, y de hombres agradecidos y cariñosos, se convirtieron en fieras enemigas suyas, hasta el punto de verse obligado el caballero, más por dolor de lo que veía que por miedo que lo tuviera, a mudar su residencia a Santander con toda su familia.
A todo esto, las otras tres fragatas enemigas se habían acercado a las nuestras, de tal manera que cada una de las inglesas tenía otra española por el costado de sotavento. Su posición no podía ser mejor apuntó mi amo. Esto sí que se llama ser inglés.
Tomás! y en que tantas glorias habían conquistado órdenes enemigas, digamos sus rivales. Este era el profesor que aquella mañana, leida la lista, mandaba decir la leccion de memoria, al pié de la letra, á muchos de los alumnos. Los fonógrafos funcionaban, unos bien otros mal, otros tartamudeaban, se apuntaban.
Venció Tres batallas con muy desigual número de gente, y en una de ellas un Emperador de Oriente, y mantuvo una guerra tanto tiempo en el centro de las Provincias enemigas; y últimamente atravesó con su exército desde Galípoli á Casandria, quemando y destruyendo cuanto se le puso delante. Nunca fué vencido, ni aun en pequeñas escaramuzas.
Palabra del Dia
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