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También es de advertir, como resto de la independencia y tenacidad cántabras, que en estos edificios a ella agregados, donde se notan detalles del siglo XV junto a obras del XVI y siguientes hasta del actual, no hay ningún otro escudo que el de la torre, ya descrito, si bien dos puertas interiores de esta casa que hizo el Alcaide de Argüeso, cuyo castillo le chocó a usted tanto ayer, según me han dicho, entonces condenado a muerte y salvado por la influencia de su pariente el Duque del Infantado, tienen escudos lisos, no si para ser labrados allí, aunque esto se haría mejor antes de ponerlos en su sitio, o por haber sido picados en pena de las «Comunidades», que siguieron y acaudillaron en este país el señor de esta casa y el de la de Hoyos, hermano de Juan Bravo, el descabezado en Villalar... Y se acabó la historia, porque desde entonces, amigo mío, las casas de mayorazgo y parientes mayores de la Montaña, no tuvieron poder más que para pleitos, o para poner una pica en Flandes, un aventurero en América, o un voluntario como el manco insigne de Lepanto, mientras los Grandes se disputaban, por las antecámaras o retretes de Palacio, los virreinatos y encomiendas, o las «llaves» de su servidumbre.

Y que estos apoderados estuviesen dependientes y sujetos a los respectivos pueblos de quien tuviesen encomiendas, para arreglarse a sus disposiciones, rendir las cuentas cuando se las pidieran y todo lo demás concerniente al manejo que administraba, entendiéndose sin perjuicio de las disposiciones y reglas que tuviese a bien darles la Superioridad, y demás que expresaré cuando trate del gobierno político de estos pueblos y modo con que los factores deberían rendir sus cuentas.

Si iba a ver al rey, se encontraba la antesala llena de amigos de los encomenderos, todos de seda sombreros de plumas, con collares de oro de los indios americanos: al ministro no le podía hablar, porque tenía encomiendas él, y tenía minas, o gozaba los frutos de las que poseía en cabeza de otros. De miedo de perder el favor de la corte, no le ayudaban los mismos que no tenían en América interés.

El que puso esa nota lo encontraría acaso falto ya del primer fólio ó sin nombre de autor al lado de la copia de la Suma y narracion de los incas de Juan de Betánzos, encuadernada en el mismo códice L j 5, y de las mismas letras que la Relacion de la sucesion y gobierno de los incas, y con la informacion ó relacion de Hernando Santillan acerca de las leyes y gobierno de esos soberanos, y quizá con las de Polo de Ondegardo y Bravo de Sarabia, hechas en tiempo de los vireyes don Antonio de Mendoza, conde de Nieva y marqués de Cañete, á consecuencia de varias cédulas reales ordenando visitar los repartimientos y encomiendas del Perú y averiguar si los indios tributaban más ó ménos que en tiempo de sus señores naturales; y viendo que trataba la misma materia que los otros, le atribuyó la misma procedencia; refiriéndose probablemente en aquella visita á la famosa que giraron en 1559 ó 60, gobernando el conde de Nieva, el licenciado Briviesca de Muñatones y Diego de Várgas Carvajal.

Si el cronista Oviedo, el de la «Natural Historia de las Indias», había escrito de los americanos las falsedades que los que tenían las encomiendas le mandaban poner, le decía a Oviedo mentiroso, aunque le estuviera el rey pagando por escribir las mentiras.

El año de 1673 entraron con el gobernador D. Ángelo de Peredo los PP. Diego Francisco de Altamirano y Bartolomé Díaz, y pudieron fundar una reducción de Mocovíes, con nombre de San Francisco Xavier, cuatro leguas de la ciudad de Esteco, en que llegó á haber mil y ochocientas almas; pero por juzgar el gobernador y sus consejeros convenir se encomendasen á los españoles dichos indios repartidos en Encomiendas se deshizo aquel pueblo; bien que en aquella entrada lograron los Padres bautizar más de mil almas entre adultos y párvulos.

Fundación del pueblo San Francisco Xavier II 15 Fundación de la iglesia de los Chiquitos I 77 Fundación de la nueva cristiandad de los Chiriguanás II 244 Fundación de las encomiendas de Quicmes, Paraníes y Subarecas. Fúndase una Reducción nueva y el P. Juan Bautista de Zea emprende la misión de los Zamucos II 142

No hay allá ciudad con tres siglos de existencia que no tenga un santo de indiscutibles milagros... Los imagineros de Valencia y de Sevilla enviaban remesas de vírgenes y cristos a los conventos de las Indias y a los hidalgos retirados de aventuras en sus buenas encomiendas.

Se de manifiesto tal intencion en el acto por medio del cual, el 2 de octubre de 1607, Martin de Almendras Holguin, entónces gobernador, dio en encomiendas la provincia de Moxos á Gonzalo de Solis Holguin y á los suyos, durante dos vidas, con la condicion de fundar en ella una ciudad bajo el nombre de Santísima Trinidad, y de enseñar las doctrinas del cristianismo á sus habitantes . No supieron los Españoles proceder acertadamente en esta empresa, y exasperaron por lo tanto á los indígenas, quienes cortaron toda correspondencia con los moradores de Santa-Cruz.

Cuando los vecinos del pequeño valle enclavado entre dos estribaciones de los Andes se enteraron de que Rosalindo Ovejero pensaba bajar á la ciudad de Salta para asistir á la procesión del célebre Cristo llamado «el Señor del Milagro», fueron muchos los que le buscaron para hacerle encomiendas piadosas.