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Esta lágrima lo dijo todo... Misia Casilda se desplomó en los brazos del desventurado don Pablo Aquiles, y éste, bajo el peso de su hermana y de su pena, se postró en tierra, llorando... y Agapo, por la primera vez de su vida, sintió en el corazón la cruel picadura del dolor. ...y se encerró en su cuarto, con doble vuelta.

Quedóse solo; se encerró y quiso leer un libro; quiso dormir, y quiso arrancarse de la mente una como corona de hierro inflamado que se la quemaba y oprimía; pero era imposible. Aquello era una irradiación, que, á ser visible, hubiera parecido una aureola.

Y tras esto, en medio del escándalo de los que en la sala estaban, dió con su cuerpo en tierra. Este hombre está loco dijo el padre Aliaga, mandando sacar de allí al cocinero mayor, y llevarle á un cuarto, en donde se encerró con él.

Se encerró en su despacho, sacó legajos y papeles y estuvo trabajando largo rato. Llamaron a su puerta humildemente y una doméstica preguntó si el señor bajaba a cenar. Respondió que le subiesen a la habitación contigua caldo y algunos fiambres y siguió trabajando. Al cabo se alzó del sillón y pasó al saloncito contiguo donde ya le habían preparado la mesa.

Uno de estos practicantes fue sorprendido una vez con un reloj en la mano, en momentos que iba a pasarlo, y no bien vio que lo habían sorprendido, se echó a gritar: ¿De quién es este reloj? ¿De quién es este reloj? No le valió la artimaña, y fue preso. El juez tuvo que absolverlo, pues se encerró en esta declaración: Yo encontré el reloj, señor, y lo levanté; no ha habido más.

Cuando una de sus compañeras se lo explicó detalle por detalle, la pobre muchacha se puso como la grana y su primer impulso fue decir que renunciaba a ser cómica, pero le dio vergüenza avergonzarse. Volvió a su casa malhumorada, se encerró en su cuarto y estuvo llorando hasta la hora de tornar al teatro.

Y entonces, con femenil inconsecuencia, echó a correr hacia el colegio y se encerró con llave en su cuarto. Durante la cena, mientras estaba sentada a la mesa con su huéspeda, la mujer del herrero, se le ocurrió a doña María preguntarle con gazmoñería si su marido atrapaba curdas con frecuencia.

Cojeando y con la vista en el suelo y cara de vinagre llegó al monasterio, atravesó el espacioso patio y subió la ancha escalera. No contestó á los hermanos que al pasar le saludaban, y se encerró en su celda de golpe y porrazo.

Luego de esta valiosa adquisición, Siles se encerró en una torre de marfil, que alquiló por doce duros en una calle de Chamberí, y la media tostada fué sustituida por alimentos más respetables que redondearon la bóveda del vientre y lustraron su cara flácida y exangüe. En breve espacio, uno tras otro, lanzó al público veinticuatro libros.

Al salir Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor de su majestad, de casa del excelentísimo señor duque de Lerma, se encontró manos á boca con el tío Manolillo, bufón del rey, que le asió por un brazo y le metió en una taberna, donde se encerró con él en un aposento.