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Actualizado: 6 de mayo de 2025
El jueves, viernes y sábado anteriores á su coronacion se encerró en su cámara D. Fernando, y no se dejó ver sino de sus donceles ayunando el viernes; y el sábado despues de mediodia se reunieron todos los personages que vinieron á la festividad.
Hubo una larga pausa, y el tío Correa terminó así: Vosotros y yo, y todos los que pasamos la vida encorvados sobre la tierra para sostener nuestra miserable existencia, somos los descendientes de aquellos infelices que nuestra primera madre encerró en el establo. Los segadores quedaron en un prolongado y reflexivo silencio.
Bajo la influencia de este pensamiento, don Pedro se encerró en su camarín más reservado, tomó unas tijeras y en un libro, y provisto de una escudilla de plata con engrudo, se puso á cortar, á aislar, á descomponer una por una las letras de imprenta, y luego pegándolas con el engrudo sobre un papel, compuso la siguiente carta: «Juana de mi alma, corazón mío: Yo soy el dichoso y el desdichado que te encontró en una galería de El Escorial una noche de que es imposible que te olvides.
Cuando a pesar de ello procuraba escaparse, fue detenido frente a los Inválidos al intentar atravesar el río. Conducido a Vaugirard se le encerró en una cueva por algunas horas. Después fue reclamado y salvado por el jardinero de un pariente suyo, quien, estando de oficial municipal de la Commune, le reconoció casualmente.
2 Ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre. 3 Yo ni aprendí sabiduría, ni conozco la teología. 4 ¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?
En seguida viró en redondo, con la calma y la solemnidad de un navío de tres puentes; se encerró en su guarida, tendióse sobre el jergón, y así le cogió la noche. También había vuelto del Muelle el tío Bolina, y encerrado estaba en casa con su mujer y sus nietezuelos, desnudos, sucios y medio atolondrados desde la despedida de su padre, el atribulado Tuerto.
Ya me despedí. ¿Y queda contenta? Muy contenta...; como nunca.... ¿Está seguro, señorito? Segurísimo.... Anda, Rita, prepárame el equipaje...: pon lo que te parezca...; poca cosa, una maleta pequeña. ¿Va entonces por poco tiempo? No lo sé todavía...; ya veré. Y se encerró en su cuarto, en un paseo incansable, como de fiera enjaulada.
La mujer lanzó una mirada ansiosa á aquella puerta. Montiño atravesó otra habitación, abrió otra puerta y se encerró en un pequeñísimo aposento, en el cual había un fuerte arcón, una mesa y algunas sillas. Pero todo tan empolvado, que á primera vista se notaba que no se había limpiado allí en mucho tiempo.
Aquella en que encerró Alejandro la Iliada era, en comparación de ésta, más chapucera y pobre que una caja de turrón de Jijona. El Príncipe tomó la cajita en sus manos, la abrió y estuvo largo rato contemplando con ojos amorosos lo que había en el fondo de ella. Metió luego la mano en la cajita y sacó un cordón.
Encerró en su abultada diestra las dos manos de ella, y pasando el otro brazo por su talle, la fué dirigiendo poco á poco hacia la salida del salón. Crea en Dios añadió . ¿Por qué busca al capitán, que tiene allá en su tierra á su mujer propia?... Otros hombres existen que están libres, y puede usted entenderse con ellos sin caer en pecado mortal. Freya no le escuchaba.
Palabra del Dia
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