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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Al día siguiente, Tirso metió en una balija y un baúl pequeño parte de sus ropas, y cuando cerró la noche, acompañado de un labriego de su confianza, se encaminó a la ciudad, en cuyas afueras le esperaba un criado, que cargó con el equipaje.
Miró al corredor y cerciorándose de que la vieja se había ya retirado, exclamó con voz sorda: ¡Ande allá, abuela, que tiene usted la cara más fea que la papeleta de la contribución! Y se encaminó á la casa en busca de la guadaña acompañado de la risa y algazara de los espectadores.
¿En dónde está este hombre? Espera en la portería. Voy a verle. Ligeramente contrariado, el corpulento Padre Rodríguez se levantó trabajosamente de su asiento, no sin dirigir la mirada al cúmulo de cartas que había sobre el escritorio esperando contestación, y se encaminó a la portería. Buenas tardes. Buenas tardes, Padre, contestó Juan González, con el rostro iluminado por la esperanza.
El torero se puso unos guantes blancos y agarró el alto bastón, signo de dignidad en la cofradía: una vara forrada de terciopelo verde, con contera de plata y rematada por un óvalo del mismo metal. Eran más de las doce cuando el elegante encapuchado se encaminó a San Gil, por las calles llenas de gentío.
-Y ¿adónde se toma el aire en esta ínsula? -Adonde sopla. ¡Bueno: respondéis muy a propósito! Discreto sois, mancebo; pero haced cuenta que yo soy el aire, y que os soplo en popa, y os encamino a la cárcel. ¡Asilde, hola, y llevadle, que yo haré que duerma allí sin aire esta noche! ¡Par Dios -dijo el mozo-, así me haga vuestra merced dormir en la cárcel como hacerme rey!
Cuatro ó cinco días permanecieron aún los japoneses en Sevilla, siendo siempre seguidos por multitud de personas á todos los lugares que visitaban, abandonando después la ciudad, de la que salieron bien satisfechos. «Agasajados los embajadores dice el señor Guichot pasaron á la corte, donde el rey les dió solemne audiencia y los encaminó á Roma, donde llegaron ya muy entrado el año siguiente.
Estas voces, sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda. Y, volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían.
Hallándose el tío Traga-santos en esta santa ocupación, asomaron por los caminos de Cabezudo y Barbaruelo numerosas turbas de masas populares que se dirigían hacia Animalejos al furibundo grito de: «¡Muera el tío Traga-santos!», grito que no tardó en encontrar eco en Animalejos mismo, cuya plebe empezó á agitarse furiosa, formando cuerpo con la forastera: toda aquella muchedumbre se encaminó, rugiendo de furor, al cerrillo de San Isidro.
Por un movimiento repentino, y cediendo al influjo poderoso de sus últimas reflexiones, el duque salió de su gabinete y se encaminó a las habitaciones de su mujer. Entró en ellas por una puerta secreta. Al aproximarse a la pieza en que la duquesa solía a pasar el día, oyó hablar y pronunciar su nombre. Entonces se detuvo.
Demetria permaneció grave y silenciosa. Las comadres trataron de tirarle de la lengua, pero fué inútil. Sus esfuerzos se estrellaron contra la actitud fría y reservada que siempre había caracterizado á la hija del tío Goro de Canzana. Despidióse presto y se encaminó velozmente á Lorío.
Palabra del Dia
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