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Actualizado: 1 de junio de 2025
No quiero decir eso, y bien lo sabes... Quiero decir que para enamorar a los hombres no es conveniente ser buena y franca. Hay que ser coqueta y mentirosa. Según con qué hombres... ¡Con todos! ¡Todos son iguales! Pues no te aconsejo que ensayes el sistema... ¿Con ese Mariano Vázquez?... Con ése. ¿Y por qué no con ése?... Por lo que yo me sé...
Pienso.. sufrir y callar y no vengarme de nadie... ni aun de vos. ¡De mí! ¿y qué culpa tengo yo? Porque lo trajísteis á mi casa... ¿Quién había de pensar?... Vos adivinásteis que me había yo de enamorar de él... y no os engañásteis, porque no os engañáis nunca. Eso no es verdad, porque me he engañado con vos. ¿Me creíais más perdida de lo que estoy?
Pues... mi mujer ha sido seducida por el sargento mayor don Juan de Guzmán. ¡Oh! ¡Don Juan de Guzmán enamora á vuestra mujer!... Seguid, seguid. Y mi mujer se ha dejado enamorar de don Juan de Guzmán. ¿Y qué tiene que ver eso...? Tiene que ver mucho. Don Juan de Guzmán es ó era servidor de don Rodrigo Calderón. ¡Ah!
Se curó, se volvió a enamorar, volvió la novia a desdeñarlo, se encerró en su cuarto, se cortó el pelo de raíz y en su soledad forzosa empezó a escribir versos. Tenía veintiséis años cuando se representó su tragedia Cleopatra: en siete años compuso catorce tragedias.
No la movía el interés; no la deslumbraba el brillo del oro y de la pedrería. Lo que la encantaba era la locura misma que D. Jaime hacía por ella, el desprendimiento generoso y el sacrificio desmedido que representaba aquel regalo, en proporción a la fortuna de D. Jaime. El regalo, pues, si ya no hubiese estado doña Luz tan prendada, hubiera acabado de enamorar y seducir su corazón.
Cuando Obdulia, picada por la frialdad del altivo cocinero, comenzó a seducirle con miradas de medio minuto y algún choque involuntario, Pedro se rindió, y de rato en rato daba algunos toques de maestro a la merienda de Visita. Llegó a más; quiso enamorar a doña Obdulia con pruebas de su habilidad, y acudía siempre que se presentaba una cuestión teórica o una dificultad práctica.
Canta un ave, y ama aquel ave. ¿Cómo no se ha de enamorar de su país, cuando se enamora de las flores que ve crecer, de las aves que oye cantar? ¿Cuántas mujeres no han vertido lágrimas amargas bajo la impresion del arrullo tardío y doloroso de una tórtola? En esta estructura sentimental é imaginativa de la mujer; en este carácter radical y profundo, entra indudablemente la naturaleza.
Por lo mismo que vas a ser clérigo y que no podrás bailar ni enamorar en las reuniones, necesitas jugar al tresillo. Si no, ¿qué vas a hacer, desdichado? A estos y otros discursos por el estilo he tenido que rendirme, y mi padre me está enseñando en casa a jugar al tresillo, para que, no bien lo sepa, lo juegue en la tertulia de Pepita.
Cuando habla contigo también replicó Laura Julio siempre mira así. ¿Saben de quién se ha de enamorar entonces? preguntó Carmen como maravillada. ¡De Adriana! Estoy segura, no sé por qué. Pero lo dijo con el mismo ligero tono de ironía y como por dar a su amiga una broma amable. Ya tarde llegó Julio y le contaron las amorosas reminiscencias de la abuela.
Jamás Elisa había previsto, ni en sus sueños más negros y desesperados, que un hombre se había de resistir a sus atractivos poderosos y a la magia de sus coqueteos; que este hombre la había de enamorar cuando era ella la que solía enamorar a todos los hombres, y que al fin la había de impulsar hasta el punto de tomar la iniciativa y de mendigar su mano, y de recibir de él una repulsa insolente y desapiadada.
Palabra del Dia
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