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Actualizado: 18 de julio de 2025
Un día, él entonces era ministro, estaba yo en su despacho, con otros amigos, cuando entró, después de anunciarse, un jovencito provinciano, muy tímido, con una carta de recomendación. El ministro le tomó la carta, la leyó, le prometió un empleo. Después, por halagarle, se puso a conversar un rato con él.
Don Pascual vino y don Paco se lo contó todo. No le dio ninguna comisión ni embajada para Juanita; pero don Pascual, por una benévola usurpación de atribuciones y de empleo, se declaró él mismo y se nombró embajador, se fue a ver a Juanita que, desvelada y triste, se acababa de levantar y le refirió con fidelidad minuciosa los furores y penas de don Paco, sus celos, su desesperación, sus propósitos de suicidio o de extrañamiento perpetuo, y, por último, el combate de la casilla, el delito de Antoñuelo, los golpes que éste había recibido, así como su vuelta y la de don Paco a Villalegre.
Ni una vez sola se le ocurrió encomendarse a ningún santo, ni ofreció nada a la Virgen ni a Jesús por si sanaba; la primera energía que tuvo al convalecer, la empleó en sonreír, con terrible sonrisa de resucitada, a un propósito firme y endiablado: su tremendo egoísmo de convaleciente, mundano, prosaico y rastrero, se agarró a la resolución inconmovible de vengarse de los miserables parientes que la iban a dejar morirse sola.
El valiente era él, que vivía entre ellos, pasando ante sus cuernos en la soledad, sin otra defensa que su brazo, y sin aplauso alguno. Al salir Gallardo del corral, otro hombre se unió al grupo, saludando con gran respeto al maestro. Era un viejo encargado de la limpieza de la plaza. Llevaba muchos años en este empleo y había conocido a todos los toreros famosos de su tiempo.
Finalmente, después de muchas idas y venidas, empeños y zozobras, Mendoza fue nombrado oficial del alto cuerpo consultivo con doce mil reales de sueldo; aunque no era muy pingüe, tenía el empleo la ventaja de ser inamovible, y en la capital, y muy apropósito para trabar amistad con los próceres de la política y la administración, bajo cuya égida es como únicamente se puede hacer fortuna en España.
Aquello era para mí la vida entera; más aún, la vida normal de nuestra privilegiada especie; y los que no vivían como yo, me parecían seres excepcionales del humano linaje, pues en mi infantil inocencia y desconocimiento del mundo yo tenía la creencia de que el hombre había sido criado para la mar, habiéndole asignado la Providencia, como supremo ejercicio de su cuerpo, la natación, y como constante empleo de su espíritu el buscar y coger, ya para arrancarles y vender sus estimadas bocas, que llaman de la Isla, ya para propia satisfacción y regalo, mezclando así lo agradable con lo útil.
Por no sufrirlo y por el amor que profesaba a Lancia renunció al empleo y vino a habitar de nuevo el churrigueresco palacio en que nos hallamos. La soberbia, o por ventura su carácter excéntrico, le hicieron cometer, en este período de su vida de mayorazgo solterón, mil extravagancias y ridiculeces que asombraron y fueron el regocijo de la ciudad mientras no llegó a acostumbrarse.
Harto advirtió el tono diverso que empleó don Jaime, al hablar con doña Manolita, no bien a ella también le presentaron. Dos días estuvo D. Jaime en Villafría, al cabo de los cuales fue menester proseguir la comenzada tarea de visitar todos los lugares del distrito.
La arquitectura, sin empleo, decaeria entre estos degenerados muzlimes como todos los otros ramos del saber.
Paso mi vida respirando; es una ocupación muy agradable en la que empleo diez o doce horas diarias. »Durante la crisis que he atravesado, he sufrido mucho. No recuerdo haber estado tan mal en París. Puede usted creer que muchas personas en mi lugar hubieran deseado la muerte.
Palabra del Dia
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