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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Cada intento de posesión provocaba en Margarita una protesta vehemente y pudorosa, como si los dos se encontrasen por vez primera. Es imposible decía : pienso en mi hermano; pienso en tantos que conozco y tal vez á estas horas habrán muerto. Llegaban noticias de combates; empezaba á correr en abundancia la sangre. No, no puedo repetía ella.
Habiendo creído ver en el mundo más virtudes que las que hay en realidad, empezaba a no creer en ninguna.
Y pasando a cosas menos serias, ¿no sabes que la tonadillera se ha casado? Tú fuiste muy tonto. Empezaba la orquesta el preludio del tercer acto y apagaron las luces. Castilla miró una vez más, con atrevimiento, a la niña del palco. Pero como Muñoz se retiraba, sin saludarle, le retuvo en el pasillo. Oye, tú sabes que con todos mis defectos una cualidad no me falta: la franqueza.
75 Recién entonces salía la orden de hacer la riunión, y caíbamos al cantón en pelos y hasta enancaos, sin armas, cuatro pelaos que íbamos a hacer jabón. 76 Ahi empezaba el afán -se entiende, de puro vicio- de enseñarle el ejercicio a tanto gaucho recluta, con un estrutor... ¡qué... Bruta! que nunca sabía su oficio.
Sir Henri Unton desempeñó perfectamente su papel; el Rey conferenció con Pérez, cuyas cartas completaron en Inglaterra el efecto de los despachos del Embajador . Empezaba en esto el año de 1596 con descontento del Peregrino, que vino á mudar en pena, la falsa nueva de la muerte de Doña Juana Coello, su mujer.
El Magistral empezaba a despreciar un poco los años de su próxima juventud, le parecían a veces algo ridículos sus ensueños y la conciencia no se complacía en repasar todos los actos de aquella época de pasiones reconcentradas, poco y mal satisfechas.
Estuviera donde estuviera, siempre encontraba alguna puerta, a la que empezaba a llamar, aunque bastase empujarla ligeramente para que se abriese. Si se abría, buscaba otra y empezaba a llamar de nuevo; no podía sufrir las puertas cerradas. Llamaba de día y de noche, sin poder apenas tenerse en pie, de cansancio.
Pero el arcángel se daba cuenta de que Satanás, inerte bajo sus plantas durante tantos siglos, como si se hubiese resignado para siempre á su derrota, empezaba á agitarse, queriendo renovar la lucha.
Cerca de las siete. ¿Cómo es que Juan no ha venido? La impaciencia del señor Aubry empezaba a manifestarse con la fiebre de la noche, y su enervamiento aumentaba hasta la llegada del joven. Con voz cariñosa, María Teresa trataba de calmarlo: No es tarde, usted sabe que no puede venir hasta las ocho.
Por eso en la corte la habían tratado siempre á ella con una predilección especial. Vejada interiormente doña Mercedes por tanta grandeza, sonreía, sin embargo, con una dulzura de india, como diciendo: «Todo eso está muy lejos y tal vez sea mentira.» De pronto, empezaba á hablar en su francés rápido y caprichoso, revestido para siempre de una coraza de adherencias españolas.
Palabra del Dia
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