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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Pues yo lo hubiera hecho... En fin, trae... Trató de leer, pero en vano, y dijo con un gesto de cansancio: No veo; lee , hija mía. Liette obedeció, y, con voz sorda pero en la que vibraba una emoción mal contenida, volvió a leer aquellas líneas ardientes y apasionadas, frases huecas cuyo vacío no podía sospechar su alma leal.

Le vi estremecerse con frecuencia, y llegó un momento en que fue tal su emoción, que tuvo que apoyarse contra un bastidor. Creí entonces adivinar que sentía una pasión desgraciada por alguna de aquellas diosas, pero su edad y su figura hacían poco verosímil semejante suposición.

Al mismo tiempo decretaron la movilización de las mujeres menores de cuarenta años, para que tomasen las armas, y el alistamiento voluntario de los hombres que quisieran trabajar en los servicios auxiliares y en los hospitales. En el Senado, el público lloró de emoción escuchando á Gurdilo el más desinteresado y sublime de sus discursos. Todo lo olvidaba ante la inminencia del peligro común.

Cuando se vio en el carruaje, calle de Alcalá abajo, saludado por la muchedumbre que no había presenciado la corrida, pero estaba ya enterada de sus triunfos, una sonrisa de orgullo, de satisfacción en las propias fuerzas, iluminó su rostro sudoroso, en el que perduraba la palidez de la emoción.

Lejos de eso; a pesar de cierto fondo de escepticismo, su alma era susceptible de ímpetu espontáneo, de súbito desinterés y de efímero entusiasmo, de donde brotaba una emoción fugitiva, una sensibilidad superficial bastante para dar la ilusión de un corazón tierno y generoso donde no había en realidad más que un manojo de nervios.

Y de pronto un aullido corto, metálico, de atroz sufrimiento, tembló bajo el corredor. ¡Federico! la voz traspasada de emoción de mamá ¿sentiste? respondí, deslizándome de la cama. Pero ella oyó el ruido. ¡Por Dios, es un perro rabioso! ¡Federico, no salgas, por Dios! ¡Juana! ¡Dile a tu marido que no salga! clamó desesperada, dirigiéndose a mi mujer.

Muy hermoso, ¿verdad? suspiró en una pausa de la letanía, sin ver a los que le rodeaban, dejando caer al azar la expresión de su entusiasmo. ¡Sublime! se apresuró a murmurar el jefe del escritorio. ¡Primo... de chipén! añadió Luis. Esto parece una cosa de teatro. Dupont, a pesar de su emoción no se olvidaba de marcar las respuestas de la letanía ni de atender al cuidado del sacerdote.

La marquesa pensó entonces en ver al enfermo; mas antes, temerosa de que su presencia repentina pudiera causarle alguna emoción violenta, pidió al fondista que fuese a anunciarle poco a poco su llegada. Subieron ambos hasta la misma puerta que se abría a un corredor, y el fondista asomó tímidamente la cabeza.

Tiene una emoción única y una magia peculiar para engarzar las palabras en collares armoniosos, de divinos matices crepusculares.

La niña clavó en él su mirada límpida, y también preguntó: ¿La quieres ? Yo . Pues yo también, .... ¿Te gustaría vivir con ella? Carmen dijo prontamente: Quiero vivir contigo y le echó los brazos al cuello con ternura. El la enlazó en los suyos lleno de emoción, murmurando con la voz quebrada: Pero si yo tuviera que marchar....

Palabra del Dia

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