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Actualizado: 24 de junio de 2025


¿Está usted bien seguro de que es a mi hija a quien viene usted a prender? , señor, traigo orden de prender a la señorita doña María Elorza. Ruego a usted que me la entregue sin pérdida de tiempo. Aquí está dijo María saliendo del hueco del balcón y avanzando hacia el jefe de los esbirros.

Durante el invierno las jóvenes tertulianas de la casa de Elorza habían querido formar un capital, con los productos de la aduana y lotería, destinado a sufragar los gastos. Don Mariano las dejó formarlo, sonriendo bellacamente cada vez que le participaban el estado de la caja.

La señorita de Elorza prometía secretamente en el santuario de su alma guardar la misma fidelidad al primer novio que la Providencia le deparase, e imitar su fortaleza en las adversidades.

EN LA FALÚA DE ELORZA. Yo soy muy viejo, don Máximo, pero cuento que mis hijas han de ver esta ría perfectamente canalizada. La cantidad de agua que penetra por la boca del puerto es capaz de producir, si no estuviese diseminada, un fondo suficiente para los buques de más calado. La cuestión es encauzarla. ¿Y cómo se consigue esto?

Mas si la conociesen, como nosotros la conocemos, es bien seguro que no hallarían motivo para asombrarse tanto. La primogénita de la casa de Elorza había entrado en la conspiración carlista completamente persuadida de que realizaba una obra grata a los ojos de Dios y con el propósito firme de no retroceder ante ningún peligro.

Dicen que es una santa. ¡, una santa que anda suelta! ¡Oye, muchacha, si buscas novio, aquí tienes uno! ¡Qué falta de algunas docenas de azotes! ¡Mira qué ojillos hipócritas pone la pendanga! Comprenderáse fácilmente en qué estado de aturdimiento, furor, angustia y exaltación pondrían al noble don Mariano Elorza estas groseras frases que se veía obligado a escuchar.

Y en la sala de la torre, silenciosa, hundida en las tinieblas, sonó por largo tiempo un ruido de sollozos y besos comprimidos. Al cabo, un cuerpo humano, el cuerpo de la señorita de Elorza, privado de sentido, rodó pesadamente por el suelo. Genoveva, al entrar con luz, después de un rato, todavía la halló desmayada, con los ojos abiertos e inmóviles, reflejando en su rostro una celestial alegría.

Toda la energía del señor de Elorza se desvaneció de golpe como una sombra al escuchar estas monstruosas palabras. Quedó algunos momentos extático y petrificado, con la mirada apagada, como el que acaba de ver un milagro y no quiere creer a sus propios ojos.

Y la puerta tornó a abrirse y cerrarse suavemente. El señor de Elorza continuó inmóvil, en la misma postura que le había dejado su hija, sentado, con las manos enlazadas y la cabeza inclinada sobre el pecho. El cuarto quedó en tinieblas. Los ruidos de lo exterior se fueron apagando lentamente.

Me veo en el caso de decirle a usted, señor de Elorza manifestó el general encarándose con él , que tiene usted una niña muy mal educada, y que gracias a que no figura usted como carlista y a nuestra benevolencia, no adoptamos con ella las medidas de rigor que merece por su atrevimiento.

Palabra del Dia

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