Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 24 de junio de 2025


Porque es de advertir que las familias de Peñalta y Elorza eran las más opulentas de la villa, y el público encuentra siempre tan lógico que la riqueza vaya a la riqueza, como los ríos a la mar. Así que Ricardo y María fueron declarados marido y mujer, poco después de su nacimiento.

El hombre del bastón, que era al parecer quien había hablado, avanzó dos pasos por la sala y sin quitarse siquiera el sombrero, preguntó a don Mariano con tono áspero: ¿Es usted don Mariano Elorza? La mirada del anciano caballero centelleó de indignación. Ante todo, quítese usted el sombrero.

El señor de Elorza quiso internarse por la muchedumbre, pero encontrando resistencia por lo apretada que estaba, echó las manos al cuello al primer ganapán con quien tropezó, y lo hubiera asfixiado seguramente a no haber intervenido los soldados, que sujetaron por detrás al irritado padre.

La toma de hábito de la señorita de Elorza, aunque esperada desde hacía algún tiempo, no por eso dejaba de impresionar profundamente. ¡Una joven tan rica, tan bella, tan lisonjeada por todo lo que el mundo tiene de risueño y apetecible! Interminables comentarios se hacían por aquellos días en las tertulias de las tiendas. ¿Pero no decían que estaba ya arreglada la boda con el marquesito?

Cuando María quedó sola y en pie frente a la tertulia, produjo como siempre un estremecimiento de admiración: «¡Qué hermosa, qué hermosa! ¡Esta chica cada día es más bonita! ¡Qué gusto exquisito tiene para vestirse! ¡Parece una reinaEstas y otras muchas frases laudatorias fueron las que se dijeron al oído los tertulios de los señores de Elorza.

Cuando tocó el turno a María sonrió sarcásticamente, y dijo con burda ironía: Tenga usted la amabilidad de acercarse, señorita, y de contestar a las preguntas que este caballero capitán va a dirigirle. ¿Cómo se llama usted? dijo el fiscal. María de Elorza y Valcárcel. De, dee, dee murmuró el general . ¡Siempre los mismos humos aristocráticos!

Las flores no tenían en el jardín de Elorza los monstruosos privilegios que suelen gozar en los flamantes parques modernos, sino que se habían establecido en un pie de igualdad con las modestas cuanto suculentas legumbres.

Su espíritu no osaba traspasar siquiera los cristales del balcón, temeroso de perder la dicha en que se bañaba. No obstante, tuvo aliento bastante para separarse un segundo y salir a la puerta gritando: ¡Don Mariano, don Mariano! El señor de Elorza, sobresaltado, como se hallaba desde hacía algún tiempo, acudió presuroso temiendo alguna desgracia.

El sol, desquitándose aquella mañana de sus largos y frecuentes encierros, salía fogoso y resuelto a visitar todos los rincones de la villa, y al tropezar con los mil cristales del terrado de Elorza, no queriéndola ver mejor, pasaba por ellos y se zambullía dentro con un esperezo vivo y ansioso que abrazaba enteramente el ámbito del salón. Era un mágico espectáculo.

Desde entonces el marqués de Peñalta acompañó todas las mañanas a misa a la primogénita de los Elorza, separándose de ella a la puerta de la iglesia y volviendo a juntarse a la salida. María mostraba recibir mucho placer de este acompañamiento. En cuanto a Ricardo, no es necesario encarecer la dicha que de repente cayó sobre él con el cambio efectuado en la conducta de su novia.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando