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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Le había dicho, con unas palabras muy elocuentes, que ella no podía repetir al pie de la letra, algo parecido a esto: «Hija mía, ni aquellos anhelos de usted, buscando a Dios antes de conocerle, eran acendrada piedad, ni los desdenes con que después fueron maltratados tuvieron pizca de prudencia». Pizca había dicho, estaba ella segura.
La riqueza de estos artesonados tiene un recuerdo histórico que aumenta la gloria de los aragoneses, por hallarse dorados, segun pretenden nuestros historiadores, con el primer oro que se trajo de la América. No podemos al hacer esta relacion, dejar de copiar las elocuentes palabras, que al hablar de las bellezas artísticas de este monumento, se léen en una publicacion estimable.
En amor como en la guerra, los más elocuentes no son los más habladores, y Eva hubiera respondido de buena gana como Inés: Horacio con dos palabras lo hablara mejor que vos... Y falta saber si esas dos palabras eran necesarias... La cacería estaba acabada.
Se le ha separado de la serie de sus predecesores y coetáneos, presentándolo solitario, para alabarlo con frases entusiastas, como lo más divino que ha producido la literatura española, y casi se desprende de los elocuentes encomios de su inspirado admirador , que los demás poetas dramáticos castellanos, fuera de él, del elegido, apenas merecen el trabajo de ser conocidos y estudiados.
El hermoso carácter del cura del lugar resplandece en la conmovedora escena y en las santas palabras, elocuentes sin arte por la fe religiosa y por la caridad que las inspiran, con que persuade al moribundo para que perdone a los culpados, y con que le consuela e ilumina con celestiales esperanzas los últimos instantes de su vida mortal.
Isagani asentía con la cabeza mientras pensaba en Paulita á quien había sorprendido mirándole, una mirada que hablaba y quería decir muchas cosas. Isagani quería decifrar lo que espresaban aquellos ojos; ¡estos sí que eran elocuentes y nada charlatanes!
¡Quién sabe lo que puede esperar una criatura! La muchacha era toda ojos: unos hermosísimos, rasgados y elocuentes ojos negros. Aquellos ojos se descataban de una manera enérgica, y parecían más grandes y más negros que lo que lo eran en realidad, sobre un semblante flaco, muy pálido, muy triste.
Si ahora nos detenemos aquí es por considerar que, durante aquel desayuno, todos estuvieron expansivos y casi elocuentes y dijeron cosas muy importantes a la narración que vamos haciendo.
No se concibe cómo un sistema semejante puede tener cabida en tan elevado entendimiento; cuando se leen las elocuentes páginas en que está desenvuelto, se siente una pena inexplicable al ver empleados rasgos tan brillantes en repetir todas las vulgaridades de los escépticos, para venir á parar á la paradoja mas insigne y al sistema menos filosófico que se pueda imaginar.
Recuerdo que, dos años ha, mi amigo Eduardo Bustillo, el inspirado cantor de nuestras glorias nacionales, delante de una escena idéntica á la que voy describiendo, desde el mismo sitio, acaso sobre la misma piedra que yo, lloró con su alma las penas de las pobres familias á quienes una leva sumía en el abismo de todos los dolores, y puso en labios de una esposa desvalida estas palabras sencillas, pero tiernas y elocuentes: «Mi pobre niña inocente el amor perdido siente.
Palabra del Dia
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