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Allí el silbido incesante de la locomotiva, al partir ó al llegar, en la amplia estacion que centraliza muchos ferrocarriles en actividad prodigiosa; los numerosos partes telegráficos haciendo vibrar los alambres eléctricos á todas horas; las especulaciones consiguientes á los negocios trasatlánticos, y el movimiento aturdidor de grandes carretas de mercancías cruzándose en todas direcciones, le hacen comprender al viajero que en Inglaterra no hay casi tiempo para vivir, ni mucho menos para divertirse.

Siempre que se trate de la explotación de terrenos vírgenes, es absolutamente indispensable preservar las edificaciones de los accidentes eléctricos; sólo de este modo se podrá evitar su destructor efecto, que en Filipinas ocasiona todos los años un crecido número de víctimas. Terremotos.

La noche había cerrado. Bajo la luz de los faros eléctricos pasaban tranvías y automóviles hacia el interior de la ciudad. Siguiendo las arcadas de los antiguos edificios vecinos al puerto desfilaban grupos de trabajadores de los establecimientos marítimos. Barcelona, deslumbrante de resplandor, atraía á la muchedumbre.

Las espumas, al romperse contra la proa, brillaban como fragmentos de globos eléctricos agonizantes. Cuando la tranquilidad era absoluta y el buque se mantenía inmóvil, con las velas caídas, pasando lentamente las estrellas de un lado á otro de sus mástiles, las delicadas medusas, que la más leve ola puede desgarrar, subían á la superficie, flotando entre dos aguas en torno de la isla de madera.

Ocupando uno de estos asientos se abarcaba con los ojos toda la llanura. En las paredes había aparatos eléctricos, cuadros de distribución, bocinas acústicas y teléfonos, muchos teléfonos. El comandante apartó y amontonó los papeles, ofreciendo los taburetes con el mismo ademán que si estuviese en un salón. Aquí, señor senador. Desnoyers, compañero humilde, tomó asiento á su lado.

Los filamentos de los árboles carnívoros eran guirnaldas de lámparas; los ojos de los animales cazadores, globos eléctricos; las insignificantes bacterias, glándulas fotógenas; y todos ellos abrían ó cerraban sus conmutadores fosforescentes según la necesidad del momento, unas veces para perseguir y devorar, otras para mantenerse disimulados en las tinieblas.

Diversas son las causas que les señala: 1.º El encuentro violento de dos mareas, de dos corrientes; 2.º La súbita superabundancia de aguas pluviales en la superficie; 3.º La ruptura y rápido derretimiento de los hielos, etc. Otros añaden la hipótesis de los movimientos eléctricos, las conmociones volcánicas, que pueden sobrevenir en el fondo.

Cruzan los verdes y rojos faros; a lo lejos, en las tinieblas de la noche, una muchedumbre de lucecillas imperceptibles brilla, parpadea, desaparece, surge de nuevo, torna a ocultarse. Y en el cielo hosco, sobre la gran ciudad, aparece emanación de los focos eléctricos como una tenue, difuminada claridad de aurora.

La refinada Francia y la positiva Inglaterra hacen girar sus alambres eléctricos por larguísimas series de postes artificiales, barnizados y llenos de piezas de loza ó cristal que aislan el fluido y separan los alambres.

La calle de las Sierpes estaba convertida en un salón, con los balcones repletos de gentío, focos eléctricos pendientes de cables entre pared y pared y todos los cafés y tiendas iluminados, con las ventanas obstruidas de cabezas, y filas de sillas junto a los muros, en los que se agolpaba la gente subiendo sobre los asientos cada vez que el lejano trompeteo y el redoblar de los tambores anunciaba la proximidad de un «paso».