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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Estas resoluciones desesperadas sólo se ven en las novelas. Tenía además cierta confianza en el porvenir y consideraba oportuno dejar pasar el tiempo. Su madre tal vez cediese al ver que transcurrían los años sin que ella amase á otro hombre. Edwin podía estar seguro de su fidelidad. Mientras tanto, la Fortuna tal vez se fijase de pronto en Gillespie, como se había fijado en mister Haynes.

Y en el comedor, cada vez más solitario, pues los pasajeros abandonaban ya las mesas, Gillespie dejó intactos todos los platos que le presentó el camarero. Ha muerto, ha muerto indudablemente. Cuando vió entrar al encargado de la telegrafía sin hilos del paquebote, mirando á un lado y á otro, con un pequeño sobre en una mano, Edwin se incorporó para atraer su atención.

Edwin se fijó en que esta ave extraordinaria tenía las formas fantásticas de los dragones alados que imaginaron los escultores de la Edad Media al labrar los capiteles y gárgolas de las catedrales. Su cuerpo estaba revestido de escamas metálicas y tenía en su parte delantera una cabeza de monstruo quimérico, con dos globos de faro á guisa de ojos.

Sentía el hilo metálico hundido en su muñeca como el filo de un cuchillo, y al mismo tiempo un fuerte dolor en la articulación del hombro. Para evitar este tormento, los hombrecillos del aeroplano soltaron una cantidad de cable sutil, lo que permitió á Edwin descender su brazo hasta el suelo.

Da todas las sorpresas experimentadas por Gillespie desde que despertó, ésta fué la más estupenda. El exiguo personaje hablaba su mismo idioma, pero con un tono afectado, con un esfuerzo por conseguir la corrección, detallando las sílabas, lo mismo que hablan ciertos profesores. ¿Cómo sabe usted el inglés? preguntó Edwin . ¿Dónde ha podido aprenderlo?...

Luego se marchó para que Edwin pudiese volver á leer con toda calma aquel papelillo que contenía todo un mundo de felicidad. La dulce miss Margaret Haynes le telegrafiaba para ordenarle que volviese cuanto antes, añadiendo que si había recibido un despacho de su madre con la noticia de que ella estaba gravemente enferma no hiciese caso alguno.

Vió Edwin cómo algunas damas que se paseaban con sus hijas por las terrazas del blanco palacio huían apresuradamente, cual si se acercase un peligro. Distinguió igualmente cómo iban avanzando por la costa varias compañías de arrogantes muchachas de la Guardia.

Le siguió Gillespie con los ojos en todas sus evoluciones alrededor del inmóvil cortejo universitario. Por un momento sospechó si se propondría hacer algo contra el Padre de los Maestros. Luego una luz nueva pareció extenderse por el pensamiento de Edwin. Se explicó de pronto el motivo de que Ra-Ra odiase al severo Momaren.

Edwin, al oir mencionar al Padre de los Maestros, quiso saber por qué razón su máquina rodante y su litera tenían la forma de una lechuza. En nuestro país, gentleman continuó el profesor , procuramos dar á todos los objetos una forma artística y simbólica, de acuerdo con los gustos ó la profesión de sus dueños. La lechuza es el emblema de nuestra ciencia.

Luego pensó que, al encontrarse en el curso de la noche con alguna de las grandes balleneras procedentes del paquebote, el oficial y el marinero habían querido pasar á ella por considerarla más segura, abandonando á Edwin á su suerte para no cargar á la repleta embarcación con un pasajero más. El joven olvidó pronto esta felonía. Necesitaba trabajar para salir de su angustiosa situación.

Palabra del Dia

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