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Gustaba ella de lucir por todos estilos y de dar a sus salones cierto tinte de sabiduría y refinamiento aristocráticos. Había educado tan bien a D. Joaquín, espoleándole para aquellos trotes, que él había ido, en su carrera desenfrenada, más allá de la meta que ella le puso.

Entonces D. Facundo, viéndole sonreír, cayó en la broma y comenzó a dirigirle miradas iracundas; y hasta se acercó a él disimuladamente para decirle por lo bajo con voz irritada: ¡Parece mentira que un joven bien educado traiga aquí esas porquerías! ¿Qué tiene V., D. Facundo? preguntó Juanito en voz alta.

Un muchacho bien educado, inteligente, de conducta irreprochable... Máximo, que lo conoce bien... No pude contener una exclamación y observé a Máximo, que me estaba mirando con expresión provocadora. continuó mi padre, Máximo ha consentido en encargarse de presentar la demanda de su compañero de colegio, Gastón de Givors, y de hacer valer sus ventajas, que no son de desdeñar.

Fundada en 1614 por el obispo de la diócesis, tiene la distinción de ser la primera universidad de América fundada por un sudamericano: el obispo Trejo y Sanabria, nacido en el Paraguay y educado en la universidad de San Marcos en Lima, que disputa con la de San Pablo en Méjico el honor de ser la primera de la América en cuanto a su antigüedad.

Toda idea nueva y feliz produce como una llamarada interior, cuyo reflejo sube al rostro, cuando este no se ha educado en el disimulo y la hipocresía. Cordero avivó el paso y apretó fuertemente el puño del bastón, repitiendo: Entonces....

Quiero vivir con un hombre bien educado. Eres libre. Lo ; y usted lo será también después de mi boda.

Si no fueron Sardiña, Ceroni ó Berruguete, fueron discípulos ó compañeros suyosHasta aquí el Sr. Falcón. Quadrado, que Berruguete, educado en Italia, no regresó á España hasta 1520, y que Sardiña floreció mucho después.

Usted tiene un hermano que está en relaciones amorosas, honradas, por supuesto, con una señorita, casi parienta mía, que se llama María Paz de Ágreda... No lo sabía... o, mejor dicho, ignoraba quién era ella. Yo, en cambio, mucho más. El padre de esa señorita es un caballero bastante rico, que, por cierto, no ha educado a la niña como debiera; pero esto no hace al caso.

Por dicha, para nada tiene que entrar aquí la cuestión de si Clara ama ó no á otro hombre. No me venga V. con rodeos y sutilezas. Yo he educado á mi hija con tal rigidez y con tal recogimiento, que no tengo la menor duda de que no ha tenido amoríos. Clara no ha mirado jamás con malicia á hombre alguno. Así será. Pero ¿no podrá mirarle el día de mañana? ¿No podrá amar, si no ama aún?

Juzgué que debía tener alrededor de veintiocho años, y me pareció un hombre vulgar, mal educado, de nariz chata y ancha y cabellos amarillos, cuya figura pesada, apoyado como estaba contra el bajo parapeto, era indudablemente la de un agricultor.