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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Pues, como íbamos diciendo, a esta espléndida ciudad de Jerusalén llegó nuestro bermejino prehistórico, acompañado de su guía, pero más confiado en su fiero garrote y en la primorosa honda que le había regalado Echeloría, y con la cual, según suele decirse, no se le cocía el pan hasta que vengase a su primer amor, descalabrando al raptor injusto de una violenta y certera pedrada.

En medio de todo, Mutileder sentía cierto consuelo. Pensaba en que Echeloría había jurado serle fiel o morir, y daba por seguro que moriría antes que faltar a su promesa.

Chemed celebraba todo esto, y lo hallaba muy a su gusto. , hijo mío, decía a Mutileder, así debe ser. Dichosa Echeloría, que encontró en ti un modelo de amantes. No suelen ser como los demás hombres, sino volubles y perjuros. Todas mis riquezas, toda mi posición daría yo si hubiese encontrado un amante tan resuelto y fino como .

Bastaba ver de refilón a Mutileder para hacerse cargo de que era capaz de deslomar a cualquiera de un garrotazo, si llegaba a descomponerse un poco con la hermosa y cándida Echeloría. Adherbal, como queda dicho, era prudente, pero era obstinado también, emprendedor y ladino. Echeloría no produjo en él una impresión fugaz y ligera, sino profunda y durable.

En vista de estas y de otras reflexiones, y de no pocos indicios y pruebas que vinieron después, el pobre Mutileder tuvo al fin que abrir los ojos, y que reconocer que Echeloría se había dejado querer, y hasta que pagaba a Salomón su cariño, queriéndole y siendo infiel y perjura a su Mutileder y a los juramentos hechos en Aratispi y en Churriana.

Vamos, no es posible explicar cómo eran. Chemed tenía cerca de treinta y cinco años. Mutileder no había conocido a su madre. No sabía lo que era la amistad y el cariño de la mujer. ¡Pobrecito mío! exclamaba Chemed. ¡Pícaro Adherbal! No paga con la vida el mal que te ha hecho. Haces bien en querer vengarte y salvar a Echeloría de las garras de ese monstruo.

A pesar de todo, fuerza es confesar que en verano hacía entonces en Aratispi un calor de todos los demonios. Echeloría quiso, con razón, tomar algunos baños de mar, y su padre la llevó a un puerto muy bonito, cerca de Málaga, que D. Juan Fresco y yo calculamos que debió de ser Churriana. Naturalmente Mutileder fue a Churriana también, acompañando a su futura.

Si olvidaba a Echeloría para amarte era yo un perjuro, y si no te amaba, para seguir amando a Echeloría, un falso, un estafador y un ingrato. Situación tan horrible y poco digna no podía durar. El cielo ha estado benigno conmigo, aunque no lo merezco, proporcionándome ocasión de dejarte con razonable motivo, sin que puedas tildarme de galán sin entrañas. Adherbal no está en Tiro.

Por falta de elocuencia dejo de pintar aquí el furor de Mutileder cuando de esto se hubo cerciorado. Ni Otelo ni el Tetrarca estuvieron después más celosos y furiosos. Pero nuestro bermejino no se limitaba a lamentos estériles. Siempre tomaba resoluciones y procuraba darles cima. La que ahora tomó fue la de matar a puñaladas a Echeloría y matarse él a renglón seguido con el propio puñal.

En medio de todo, fue grande su consolación cuando logró saber que el pícaro y cortesano marino, rastrero adulador de príncipes, había hecho presente a Salomón de la preciosa Echeloría.

Palabra del Dia

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