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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Volvió a mirarla fijamente y palideció. «Me han asegurado dijo que usted pretende pasar por hija de mi desgraciada Virginia. ¿Es cierto que usted lo cree así? ¡Oh!, ¡que si lo creo! exclamó Isidora echándose a llorar . Si no lo creyera, no viviría...
Pues por dos razones... La segunda, porque tú no querrías ir... Y la primera, porque María Villasis no querría que yo fuese dijo la Mazacán echándose a reír con todo su desparpajo. Justo replicó Currita . Lo mismo, lo mismo que don Simplicio Bobadilla Majaderano y Cabeza de Buey: «Puesto que Leonor renuncia a mi mano, renuncio a la mano de Leonor...».
El valeroso español, drama escrito en alabanza de Hernán-Cortés, contiene algunas escenas interesantes, como, por ejemplo, la en que el héroe se defiende ante el Emperador de las acusaciones de que fué víctima; pero son escenas sueltas, echándose de menos interés dramático en el conjunto de la obra .
Pero también es cierto, ciertísimo agregué atemorizado que él está en el fondo de la casa, mirándonos a través de las paredes con sus ojos de ahorcado o de basilisco. Huyamos, entonces me propuso Nanela, echándose apresuradamente una mantilla de encajes sobre el cuervo de sus cabellos. Huyamos.
¡Oh! por mí no temo nada manifestó D. Felicísimo con énfasis, echándose atrás . Pero vamos a lo que urge. Ya sé a lo que viene usted hoy. A lo mismo que vine ayer. Y anteayer y el martes y el sábado pasado. Hoy no ha venido usted en balde. Al fin, al fin.... ¿Llegó? Sí, sí, el Sr.
Reinó silencio embarazoso en la tertulia, echándose bien de ver la triste impresión que en todos había causado la breve pero significativa reyerta.
¡Bravo, señor conde, bravo! exclamó el clérigo, echándose hacia atrás en la silla y mirándole fijamente con aire triunfal. Todos haremos lo que podamos para que se logre. Usted es la persona más á propósito. Después se pusieron ambos á cuchichear animadamente. D. Primitivo corrió la silla hacia ellos y preguntó en voz baja: ¿Hay alguna noticia de allá?
Repítaselo usted en buena hora dijo Ruperto con la mayor indiferencia; y viendola desprevenida, se le acercó de un salto y la besó, echándose después a reír y exclamando: ¡Ahora tiene usted algo más que contarle! De haber tenido mi revólver, la tentación hubiera sido quizás demasiado fuerte, pero desarmado como estaba, agregué aquel nuevo desmán a la cuenta que tenía pendiente con Ruperto.
Se callaron, porque muy cerca, dos corredores reñían y se daban de mojicones. Quién corría, quién gritaba y algunos se interpusieron entre ambos combatientes; apabullado el sombrero, la corbata deshecha y la cara amoratada, se fueron cada cual por su lado, echándose miradas de desafío. Los nervios están cargados de dinamita dijo Rocchio.
Sin sentir manar la sangre corrió en busca del palo; pero antes de llegar, ya se le interpuso la Pimentosa con una silla enarbolada en ambas manos. El gigante tomó otra silla. Se detuvieron un momento mirándose cara a cara; echándose mutuamente su ardiente resuello y cruzando los rayos de sus ojos llenos de ira. De repente la giganta soltó el mueble; había tenido una idea feliz, salvadora.
Palabra del Dia
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