Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 25 de julio de 2025
El examen de conciencia de sus pecados de la temporada lo tenía hecho desde la víspera. El examen para aquella confesión general podía hacerlo acostada. Entró en la alcoba. Era grande, de altos artesones, estucada. La separaba del tocador un intercolumnio con elegantes colgaduras de satín granate. La Regenta dormía en una vulgarísima cama de matrimonio dorada, con pabellón blanco.
Todo el campo se puso en movimiento; algunos hombres corrieron a avisar a Hullin, que desde hacía una hora dormía en la alquería, echado en un enorme jergón, junto al doctor Lorquin y su perro Plutón.
En su panza dormía una oleada de vino; treinta y tres botas, según constaba en los registros de la casa, y el gigante, en su inmovilidad, parecía orgulloso de su sangre, que bastaba para hacer perder la razón a todo un pueblo.
Y él me besó mientras yo dormía, en vez de matarme, como yo merecía de veras. Vino a darme de puñaladas y me dió besos de amor, y lloró de ternura, y me halló hermosa y me contempló extasiado. Paco, hermano mío; corre, ve al Ministerio, ve a todas partes, búscale; díle que le amo; tráele vivo a mis brazos; devuélvemele para que me perdone. ¿Qué haré, Jesús mío? ¿Qué haré?
Levantó otra, y vió un cuartucho no mucho más grande, obstruido completamente por un camastro enorme, formado con tablas sin cepillar y varios banquillos. En él dormía toda la banda de Zamora, siete hombres y el muchacho, en mutuo contacto, sin separación alguna, sin más aire que el que entraba por la puerta y las grietas de la techumbre.
Paso a paso, fuerza y bríos fué mi espíritu cobrando: «Caballero dije o dama: mil perdones os demando; mas, el caso es que dormía, y con tanta gentileza me vinisteis a llamar, y con tal delicadeza y tan tímida constancia os pusisteis a tocar que no oí» dije y las puertas abrí al punto de mi estancia; ¡sombras sólo y... nada más!
Entró en un teatro; encontró insípida la obra que se representaba, á pesar de que llevaba doscientas representaciones, y volvió á Montretout en el último tren. Dormía profundamente por la mañana, cuando la puerta de su cuarto se abrió bruscamente y entró el señor Roussel diciendo: ¡Soy yo! ¡Cómo, perezoso! ¿estás todavía en la cama? Ven á abrazarme. Mauricio no se lo hizo repetir.
Ramiro se detuvo también, y su mano temblorosa reconoció que la moderna Sulamita había puesto en libertad «los cervatillos mellizos» del cantar. Allí se deshojó su doncellez, sobre aquellos escalones tenebrosos, donde dormía un olor sagrado de cirios y de incienso.
No dormía, sin embargo, todo el mundo en la casa; a las once y media abrióse con gran sigilo la puertecilla del jardín pegada por dentro al invernadero, y salió a la calle cautelosamente un bulto negro, que cerró por fuera y se alejó rápidamente, guardándose la llave.
Escaló por una parra que adornaba el balcón del cuarto de su suegro, que solía quedar abierto cuando él no dormía en casa. Por desgracia estaba cerrado. Entonces sacó el estoque, y metiéndolo por la rendija de la puerta logró levantar el pestillo y entró. Una persona le había visto: Cecilia.
Palabra del Dia
Otros Mirando