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Dijo Scipión Doria que se saliesen 10 ó 12 millas á la mar, y si al día no descubriesen larmada, volverían por la gente y harían su aguada. A todos paresció bien el consejo deste mozo. Acordaron de hacerlo así. Guimarán, aunque no había hablado hasta allí, viendo esta determinación, decía que era muy mal hecho hacer embarcar al Virrey tan arrebatadamente.

Montaba, como hemos dicho, Cervantes la galera Marquesa, que era de las de Andrea Doria, con la gente de infantería del capitán Diego de Urbina; y cuando a la vista la una de la otra las dos escuadras, llegó el punto del rompimiento de la batalla, Cervantes, que muy enfermo y con calentura estaba en el entrepuente, subió a la cubierta y pidió le pusiesen en el lugar de más peligro; advirtiole Diego de Urbina que mirase que estaba enfermo, y que de muy poco podía aprovecharse su esfuerzo cuando tan sin fuerzas se hallaba; a lo que respondió Cervantes, y a lo que otros como el capitán le decían: Señores, ¿qué se diría de Miguel de Cervantes?

Nunca había reunido el Emperador una flota tan imponente. Era en Octubre. El experto Doria ponía mal gesto. Para él no existían en el Mediterráneo otros puertos seguros que «Junio, Julio, Agosto... y Mahón». El Emperador se había retrasado demasiado en el Tirol e Italia. El papa Paulo III, al salir a su encuentro en Luca, le había profetizado desgracias por lo avanzado de la estación.

Aluch-Alí había embestido a las naves del general Doria, y en este primer encuentro y trabazón de la pelea, la capitana de Malta fue cercada, embestida y entrada por muchas galeras argelinas, que pasaron a cuchillo a todos los caballeros, menos al gran prior y otros dos, que casi despedazados por terribles heridas, tuvieron por muertos.

Llegó en esto el Duque á bordo de la Real, con lo que se prolongó el Consejo: Juan Andrea se felicitaba de la circunstancia que consentía practicar su plan, pues nada impedía ya que las galeras marcharan desde el momento; el Duque observó que lo impedían los soldados, pues no los quería abandonar, y á pesar de la insistencia de Doria y de las protestas de seguridad de la armada, se volvió á la playa, dejando acordado un viaje de los esquifes y la permanencia en el puerto de dos galeras ligeras para que el General embarcara con los últimos al amanecer.

En punto á combate, el mismo Leyva, sostenido de Scipión Doria y pocos más votos, juzgaba que, bien combinadas las galeras con las naves, formaban fuerza no inferior á la de los turcos, ya fondearan en línea, interpolados, ya navegaran en grupos, pues sólo las naos, que eran 30, y los tres galeones habían de hacer con la artillería mucho daño.

Estaban allí los tercios españoles mandados por Gonzaga, los alemanes regidos por el duque de Alba, los italianos acaudillados por Colonna, doscientos caballeros de Malta, a cuyo frente marchaba el comendador don Príamo Febrer, el héroe de la familia, y toda la flota navegaba bajo la dirección del gran marino Andrés Doria.

En la vanguardia cristiana iba Scipión Doria con tres galeras; y como fué el primero en descubrir las turcas y no tenía instrucciones, arribó hacia la Real, señalando la presencia del enemigo con el disparo de una pieza.

De Antonio Doria, La Fede, 1; de Bandinelo Sauli, 1; de Starti, 1; de Marí, la Patrona, 1: total, 4. De modo que, sin sangre, se hicieron dueños por entonces los turcos de 27 galeras y 14 naves, salvándose 17 de las primeras, que llegaron á Trápana, y 16 de las otras en varios puertos . II, cap. II, sube á 25 las naves apresadas. Otros anotan 28 galeras, una galeota y 27 naves apresadas.

Los expedicionarios desembarcaron en la playa de Hamma. El comendador Febrer, con sus caballeros de Malta, marchaba a vanguardia, sosteniendo incesantes choques con los turcos. El ejército se apoderó de las alturas que rodean a Argel y comenzó el sitio. Entonces se cumplieron las predicciones de Doria. Sobrevino una horrible tempestad, con toda la violencia del invierno africano.