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Actualizado: 2 de junio de 2025


Apolonio se hubiera despeñado en la negra desesperación, a no estorbárselo, de una parte, la compañía habitual del señor Novillo, con que se distraía de los sombríos pensamientos y se le deparaba coyuntura de explayar la exuberancia del lastimado pecho, y de otra parte, más principalmente, el amor a la duquesa de Somavia, un amor cada día más exaltado, más puro, más imposible, más delicioso y novelesco. «Con estas dos vejigas decíase Apolonio me mantengo a flote sobre las borrascas de mi espíritu

El fraile-artillero como jugaba de buena y ponía atencion, se ponía colorado y se mordía los labios cada vez que el P. Sibyla se distraía ó calculaba mal, pero no se atrevía á decir palabra por el respeto que el dominico le inspiraba; en cambio se desquitaba contra el P. Irene á quien tenía por bajo y zalamero y despreciaba en medio de su rudeza.

No le había faltado tiempo para conocer a Huberto como flirt; sabía a no dudar, que era un sportman perfecto, que su conversación de hombre de club distraía agradablemente a su auditorio, pero se daba cuenta también que, moralmente, le era perfectamente desconocido. ¿De qué vivía la inteligencia de aquel hombre? ¿Cuál podía ser la naturaleza de sus aspiraciones, el valor de su conciencia, el objetivo de su vida? ¿Hacia qué ambiciones o ensueños dirigía su voluntad?

Benítez, el joven de pocas palabras y muchos estudios, observador y taciturno, había permitido a su enferma, a la Regenta, que escribiera, si este ejercicio la distraía, a ciertas horas en que la aldea no ofrece ocupación mejor. «Escríbame usted a , por ejemplo, de vez en cuando, diciéndome lo que sabe que importa para mi pleito.

Plácido, esperando que le hablase, no decía una sola palabra y se distraía mirando hácia los muchos paseantes que aprovechaban la claridad de la luna.

En la tertulia de aquel mismo día, el hijo del boticario no estuvo tan en lo suyo como de costumbre: se distraía con frecuencia y parecía que le hormigueaba algo sobre el cuerpo y sobre el espíritu.

Agradábale más vagar solo que en compañía de Olmedo, porque este le distraía, y el goce de Maximiliano consistía en pensar e imaginar libremente y a sus anchas, figurándose realidades y volando sin tropiezo por los espacios de lo posible, aunque fuera improbable.

38 Y aconteció que yendo, entró él en una aldea; y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa. 39 Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se distraía en muchos servicios; y sobreviniendo, dice: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile pues, que me ayude.

Como no tenía hijos, ocupaban su vida los chismes de vecinos, traídos y llevados en pequeño círculo por dos o tres cotorrones como ella, y se distraía también con su sistemática afición a hablar de las cosas públicas.

Al ver cómo le gustaba la gente cruda, estuve tentando a darle cuenta de mi hazaña; pero me detuve, considerando que podía traslucir el miedo que ahora sentía. Porque demasiado a menudo volvía la cabeza, explorando de un lado y de otro de la calle. Siempre veía aparecer al terrible Juan Ruiz ¡con la horrenda lengua de vaca! También me distraía, a lo mejor, no diciendo cosa con cosa.

Palabra del Dia

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