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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Tres disparos de carabina partieron a la vez; el hábito azul del reverendo flotó un instante, y después ya no se vio nada, nada... ni caballos, ni hombres, ni fraile... nada más que olas espumosas que habían invadido ya la primera rampa del sendero e iban a estrellarse con gran estrépito contra la segunda. Sólo el gitano se había salvado.
Pero los hermanos eran duros de oreja, y seguían tirando. De pronto se inició en la turba el pavor de la fuga. Corrieron todos cuesta abajo, cobardes y valientes, empujándose unos a otros, atropellándose, como si les azotasen las espaldas aquellos disparos que seguían conmoviendo la plaza desierta. Juanón y los más enérgicos, contuvieron al doblar una esquina el torrente de hombres.
De repente, uno de los cosacos dejó escapar una exclamación gutural, que recorrió toda la línea. ¡Nos han descubierto! gritó el doctor Lorquin sacando el sable. Apenas había pronunciado estas palabras, doce disparos iluminaron el sendero de un extremo al otro, y verdaderos aullidos de salvajes contestaron a las detonaciones.
Y sin saber por qué lo hacía, cediendo al instinto, se arrojó al suelo lo mismo que un moribundo. Todavía retumbaron unos cuantos disparos. Luego se hizo el silencio. Únicamente en el vapor inmediato seguía ladrando el perro. Vió una sombra que avanzaba lentamente hacia él. Era un hombre, uno de sus enemigos, destacado del grupo para examinarle de cerca.
A la izquierda de la alquería, bastante lejos, resonaba como un chisporroteo sordo y profundo, en los puertos del Grosmann. ¡Luisa, Luisa! gritó la labradora ; ¿no oyes? ¡Sí!... ¡Oh, Dios mío, es terrible! Catalina saltó de la cama. Levántate, hija mía añadió ; vamos a vestirnos en seguida. Los disparos aumentaban, y sus fogonazos cruzaban por los cristales como relámpagos.
¡Huíd! gritó el Capitán a los chinos de una de las chalupas, que parecían estar medio aturdidos. En seguida se embarcó en la otra, seguido de Horn, Hans, Cornelio y un joven pescador, que había logrado abrirse paso hasta ellos a arponazos. Empuñaron los remos y se alejaron a toda prisa, protegidos por los disparos de los dos jóvenes.
Enterados los valentones de lo que pasaba, salieron armados á defenderse, trabándose entonces una formal batalla en la cual Gonzalo Xeniz, que hizo varios disparos con un pistolete, logró escaparse, dejando burlados á los que ansiaban cogerlo.
Piali Bajá celebró el triunfo entrando en Constantinopla el 27 de septiembre de 1560, en cabeza de su armada. Seguían á la Capitana las galeras de fanal, en fila; iban en pos las presas, con las banderas y estandartes por el agua, lo de abajo arriba, cerrando la marcha las galeras sencillas turcas, empavesadas y embanderadas, haciendo disparos de artillería.
Desde esta ventana percibieron con más intensidad el tiroteo de la primera línea. Los disparos parecían aproximarse. El comandante les hizo abandonar rudamente su observatorio: temía que se generalizase el fuego, llegando hasta allí.
Después de esto, el Mare nostrum no sufrió más destrozos. Los disparos siguientes fueron levantando columnas de agua en la estela que dejaba el vapor. Cada vez surgían más lejanos estos fantasmas blancos. El buque salió de la zona del cañón enemigo, que seguía tirando y tirando inútilmente.
Palabra del Dia
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