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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Rió al conocer la vida amplia y abundante de Argensola. Estas noticias que le alegraban venían de un mundo que sólo estaba á cien kilómetros en línea recta, pero tan lejano... ¡tan lejano! De pronto notó el padre que le oía con menos atención. Sus sentidos, aguzados por una vida de alarmas y asechanzas, parecían apartarse de allí, atraídos por el tiroteo. Ya no eran disparos aislados.

El extranjero aguardó un momento, pero, en aquel instante, una compañía de miqueletes avanzaba por la carretera, corriendo y haciendo disparos, y la gente del Cura se retiraba. CÓMO CUIDÓ LA SE

Al primer cañonazo, el tercer oficial había izado la bandera, sin que cesasen por esto los disparos. Querían echarle á pique sin intimación alguna, «sin dejar rastro». Pensó que Freya, en relación con los directores de la campaña submarina, podía haber denunciado su viaje. ¡Ah... tal! ¡Si te encuentro otra vez!...

Los soldados que se encontraban con el resto de la columna, enardecidos por el humo producido por la pólvora y por los gritos de entusiasmo de sus compañeros que ya peleaban, se encontraban alborozados, y esa emoción natural que produce en las almas de los valientes el estampido de los primeros disparos, les embargaba.

¡A las armas! ¡A las armas! gritaban por todas partes . ¡Eh! ¡Por aquí! ¡Mil centellas! ¡Que vienen! Cinco o seis disparos se sucedieron, iluminando los cristales envueltos en la obscuridad. ¡A las armas! ¡A las armas! Nuevos disparos se oyeron. La gente iba de un lado a otro, corriendo. La voz de Hullin, seca, vibrante, sobresalía dando órdenes.

El gaucho no podía adivinar que sólo le quedaba un tiro, y creyendo que su intención era aproximarse cautelosamente para que resultasen más seguros sus disparos, siguió haciendo fuego. Además se servía de Celinda como de un escudo, colocándola ante su pecho.

Los soldados de esa campaña particularísima, son las palabras; la palabra Bolsa es uno de los tantos y tantos combatientes de ese ejército numeroso, de ese ejército irresistible, de ese ejército que acabaria por conquistarnos, si no llegase un dia en que el pueblo español, aplicando, no el oído de fuera, sino el oído de dentro, no aplicando la oreja, sino la mente, oyese ruido en el interior de su casa, oyese disparos en el territorio de su inteligencia.

Don Marcelo se acostumbró poco á poco á los disparos, que parecían crear el vacío dentro de su cráneo.

Oyéronse numerosos disparos, pero ninguno alcanzó al loco, el cual, alzándose sobre los estribos en plena carrera, se volvió, y agitando la lanza con aire altanero, prorrumpió en un ¡hurra! con esa voz penetrante de la garza que logra escaparse de las garras del águila y hiende los aires velozmente.

Temía por la vida de su capitán, mientras él continuaba de pie, ofreciéndose á los disparos de los enemigos. Ferragut marchó de un lado á otro, maldiciendo su falta de medios para responder á la agresión. «¡No le ocurriría otra vez!... ¡No se divertirían más dándole cazaUn segundo proyectil abrió otra brecha en la popa... «¡Mientras no sea en las máquinas!», pensaba el capitán.

Palabra del Dia

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