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Actualizado: 2 de junio de 2025


Estaba al tanto de los progresos científicos, y sin pedantería ni vanidades, así, como quien no quiere la cosa, discurría como un sabio, de Filosofía y de ciencias físicas y naturales, dando innumerables muestras de su claro talento y de su copiosa erudición. ¡Buenos ratos me pasé oyéndole hablar de religión! ¡Qué mansedumbre! ¡Qué dulzura! ¡Nada de vanos escrúpulos ni de ridículas gazmoñerías!

Todo este inmenso, variado y pintoresco personal de guacamayos, cananeos, obispos, perejiles y pavos discurría por la calle Ancha y plaza de San Antonio, llamada entonces <i>Golfo de las damas</i>, en las horas que dejaba libres el servicio, menos penoso y arriesgado allí que en Zaragoza.

Eran las once y media de la noche. La gente aún discurría por las calles, sobre todo por las céntricas, donde algunos teatros comenzaban a vomitar por sus puertas centenares de espectadores.

El Arcediano aspiraba a esta sucesión particular; creía pertenecerle por razón de su dignidad el honor de confesar a doña Ana Ozores. «Con el Obispo no había que contar; el Deán era un viejo que no hacía más que comer y temblar; en una procesión de desagravios cuatro borrachos le habían dado un susto, del que sólo se repuso su estómago; digería muy bien, pero no discurría; no pensaba más que lo suficiente para seguir vegetando y asistiendo al coro; tampoco había que contar con él.

En tanto, el héroe se consumía tristemente en Vejer viendo sus laureles apolillados y roídos de, y meditaba y discurría a todas horas sobre un tema importante, es decir: que si Córdova, comandante de nuestra escuadra, hubiera mandado orzar a babor en vez de ordenar la maniobra a estribor, los navíos Mejicano, San José, San Nicolás y San Isidro no habrían caído en poder de los ingleses, y el almirante inglés Jerwis habría sido derrotado.

Una muchedumbre vestida de día de fiesta discurría por él entrando y saliendo de la iglesia, parándose delante de los puestos de bebidas, comprando frutas y confites ó agrupándose en torno de los bailarines. Debajo de un hórreo próximo al templo sonaban la gaita y el tambor y allí más de dos docenas de mozos y mozas se entregaban con furor al baile.

Aquella sangre, henchida de juventud, que discurría por sus venas azuladas, tiñendo de carmín las mejillas y latiendo poderosa en las sienes, tenía fuerza bastante para ahogar los negros fantasmas de la imaginación. Era el suyo un temperamento feliz que sólo muy tristes y odiosas circunstancias podían volver desgraciado.

Todos, por consiguiente, hallaron que don Pascual discurría mejor que Solón y que Licurgo; se pusieron de su lado, dejaron al boticario solo, y trataron de sofocar su voz y de aturdirle a fuerza de gritos.

Después tomó parte en la conversación, expresándose con tanta serenidad y con juicios tan acertados, que se maravillaban de oírle todos los presentes. Juan Pablo discurría así: «Pues no está tan guillati como pensé, y lo que dijo antes revela más bien talento agudísimo. ¡Por vida de la santísima uña del diablo!

Así discurría, sobre poco más o menos, la marquesa de Montálvez dos horas después de salir de casa de don Santiago Núñez, mientras se desnudaba... para vestirse otra vez con mejores galas, antes de sentarse a la mesa, porque aquella noche le correspondía el turno en el Real, cuya temporada había de concluir pronto; con lo que se declara que había empezado ya la primavera, húmeda y desapacible, por más señas.

Palabra del Dia

rigoleto

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