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Actualizado: 2 de junio de 2025
Las señoritas de la Lage, discurría don Manuel, deben casarse, y sería contrario al orden providencial que no apareciese tronco en que injertar dignamente los retoños de tan noble estirpe; pero antes se queden para vestir imágenes que unirse con cualquiera, con el teniente que está de guarnición, con el comerciante que medra midiendo paño, con el médico que toma el pulso; eso sería, ¡vive Dios!, profanación indigna; las señoritas de la Lage sólo pueden dar su mano a quien se les iguale en calidad.
Yo los desprecio y corro y vuelo más y más: ¡cadáveres y huracanes, hacedme lugar! Un huracán, el más terrible de los que recorren el Africa, discurría solitario por el Océano del desierto.
El Magistral miraba al médico con gran curiosidad y algo de asombro. «¿Cómo aquel hombre de tan escasas luces discurría así en tal materia? ¿Sabía Somoza que era él y nadie más el cura oculto, el jefe espiritual de aquella casa? Si lo sabía ¿cómo le hablaba así? ¿También los tontos tenían el arte de disimular?». Entró Carraspique en el salón. Traía los ojos húmedos de recientes lágrimas.
Hacia los extremos del salón veíanse algunas parejas, más ocupadas de sí mismas que del prójimo, en que ella parecía resignarse a conceder lo que deseaba otorgar, mientras él se obstinaba en pedir lo que luego había de cansarle. En un círculo se discurría de política; se comentaba en voz baja el escándalo de la semana, pronunciando al oído y en secreto los nombres de los protagonistas.
La muchedumbre, que discurría con estrépito por el vasto prado; el manso río, que atravesaba el valle sin prisa de llegar á su destino, como un viajero que admira la amenidad del sitio; el césped florido, donde los pies se hundían con deleite; los árboles, y las imponentes montañas, que cerraban á corta distancia el horizonte, todo estaba allí colocado por Dios con el objeto exclusivo de ver á Laura.
Bebian en tanto la mayor parte de los apuntes, que no entendian una palabra de la materia; Martin discurria con el hombre docto, y Candido contaba parte de sus aventuras al ama de la casa. Despues de cenar, llevó la marquesa á su retiete á Candido, y le sentó en un canapé. ¿Con que está vm. enamorado perdido de Cunegunda, la baronesita de Tunder-ten-tronck? Sí, Señora, respondió Candido.
Eso no importa contestó la muchacha . Gracias a Dios, en mi familia ha habido también muchos ahorcados. Realmente, esta muchacha discurría muy bien. Mi madre y yo vivíamos en una casa solitaria, a un cuarto de hora del pueblo, al lado de la carretera. El sitio era alto, claro, abierto y despejado. La casa tenía balcones a tres fachadas.
Para lo que me faltó resignación fue para soportar las burlas de mal género, los impulsos de soberbia, y hasta los rasgos de perfidia que aquella mocosa discurría sólo con propósito de mortificarme. ¡Que mala era!
No se había parado nunca a penetrar el significado del día y la noche; la noche misteriosa, engendradora de tinieblas, escondedora de hombres, silenciosa e inescrutable; ahora veía su aproximación callada; admiraba las luces que se encendían una tras otra; percibía algo de solemne en aquella lucha entre el resplandor y las sombras, y se asombraba de la calma de la multitud, que discurría por la calle sin darse cuenta, al parecer, de que la noche se acercaba.
No pude dormir en toda la noche. Realmente yo no estaba enamorado, porque discurría fríamente, con tranquilidad completa. Veía que me jugaba mi porvenir. Mis relaciones con Dolores se averiguarían en seguida, por muchas precauciones que tomáramos, y don Matías me echaría a la calle en cuanto se enterara.
Palabra del Dia
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