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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Batallaba el diente con la ventosa, el coletazo demoledor con el tentáculo que ahoga, la boca que desgarra con la boca que sorbe.

Entró Barbarita y miró alarmada a su hijo, pero antes de tomar ninguna disposición, echole una buena reprimenda porque no se recataba del crudísimo viento seco del Norte que en aquellos días reinaba. Juan entonces se puso a tiritar, dando diente con diente. El frío que le acometió fue tan intenso que las palabras de queja salían de sus labios como pulverizadas.

El doctor Lorquin, ante un apetito tan voraz, se frotaba las manos muy satisfecho y murmuraba entre dientes: ¡Qué salud!, ¡qué estómago!, ¡qué diente!; ¡podría partir piedras como si fuesen avellanas!

¿Y de qué padece usted, señor de Heredia, del pecho? No, señor; más bien del estómago. ¿No tiene usted ganas de comer? Pocas. ¡Hombre, le compadezco de veras! Debe de ser fuerte cosa eso de sentarse delante de un plato de jamón con tomate y no poder meterle el diente.

Pero está el daño que, en tanto que se hagan las paces y se goce pacíficamente el reino, el pobre escudero se podrá estar a diente en esto de las mercedes. Si ya no es que la doncella tercera, que ha de ser su mujer, se sale con la infanta, y él pasa con ella su mala ventura, hasta que el cielo ordene otra cosa; porque bien podrá, creo yo, desde luego dársela su señor por ligítima esposa.

Así era, en efecto; los ojos de la abandonada, vagando con extravío de uno en otro objeto, tenían al fijarse en la Virgen Santísima el resplandor del espanto. ¿Por qué tiembla tu mano? preguntó la señorita , ¿estás enferma? Te has puesto más pálida que una muerta y das diente con diente. Si estás enferma yo te curaré, yo misma.

¡Olé las mujeres de buen diente!... Ahora a beber para que no se os atragante el bocado. Las botellas se vaciaban, y las bocas de las muchachas, azuladas antes por la anemia, mostrábanse rojas con el zumo de la carne, y brillantes con las gotas de vino que se escurrían hasta las barbillas. Mari-Cruz, la gitana, era la única que no comía.

El doctor Lorquin, Despois, Marcos Divès, Materne y sus dos hijos, gente toda de buen diente y de apetito magnífico, esperaban la cena con impaciencia. ¿Y nuestros heridos, doctor? preguntó Hullin al entrar. Todo está terminado, señor Juan Claudio. El trabajo que usted nos ha dado ha sido rudo, pero el tiempo es favorable y no son de temer las fiebres pútridas; todo se presenta bien.

Mas esta Señora, que como mujer lista no fiaba de aduladores y era muy prudente y amiga de la tradición, resolvió que el rey Buby escribiese á Ratón Pérez una atenta carta, y pusiese aquella misma noche el diente debajo de su almohada, como ha sido y es uso común y constante de todos los niños, desde que el mundo es mundo, sin que haya memoria de que nunca dejase Ratón Pérez de venir á recoger el diente y á dejar en cambio un espléndido regalo.

CORDERO ASADO. Se pincha bien una pierna de cordero y se le pone sal y un diente de ajo; se unta bien con manteca de cerdo y se pone en el asador o se mete al horno en una tartera; se sirve con una guarnición de ensalada.

Palabra del Dia

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