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Actualizado: 4 de junio de 2025
Lo peor del caso fue que aquel infeliz agonizante no acababa, y no era cosa de abandonarle en trance tal... Pues ¡cuidado si le da por no acabar en toda la tarde de Dios!... A todo esto, la nieve espesando y cerrándose los caminos. ¡Mira tú qué ocasión para ponerse este otro en la agonía!... ¡Si lo que hace Satanás para jincar el diente a las almas, es mucho cuento!
¿Qué pasa, hija mía? preguntó a su cónyuge con la suavidad del mundo, y dando diente con diente, inclinado sobre la cabecera del lecho matrimonial. Quiero que vayas tú mismo a buscar a D. Basilio, ahora, enseguida, antes que salga a la visita; quiero verle inmediatamente. Pero, ¿te sientes mal? ¡Tú, que estabas ahora tan buena!... Por lo mismo, yo me entiendo.
ARROZ A LA RIOJANA. En una cacerola puesta al fuego con aceite se rehoga cebolla picada y un diente de ajo; después de frito se tira, y se rehoga el arroz. ARROZ CON LANGOSTA. Se fríe con manteca tomate, cebolla y ajo; después el arroz; se le da unas vueltas y se agrega el agua necesaria; en seguida la langosta, que se tendrá cocida y preparada.
Nos metemos en un carruaje; allí está el rótulo del diente, del pelo, de las píldoras, del agua prodigiosa: nos introducimos en los lugares más escusados, toda vez que sean del dominio público; allí están las píldoras ó el unto tambien. El aviso, el decir aquí hay esto ó lo otro, es el arca predestinada donde se ha refugiado este Noé con toda su familia.
Al volver a su alojamiento veía el oro del Gran Kan, las flotas de Salomón, las riquezas de Marco Polo, tesoros maravillosos en los que algún día hincaría el diente, y esto bastaba para que su ánimo se reconfortase, insistiendo en la demanda... Créame, Ojeda: el dinero es el móvil de las grandes acciones, el compañero de los ensueños sublimes, la última finalidad de los mayores idealismos.
Y se lo atizó todo, de cabo a rabo, sin omitir letra, articulando correctamente las sílabas en voz baja a estilo de rezo. Ningún tropiezo le detenía en su lectura, pues cuando le salía al encuentro un latín largo y oscuro, le metía el diente sin vacilar.
La muerte de Villafañe ocurrió en territorio chileno. Su matador sufrió ya la pena del talión: ojo por ojo, diente por diente. La justicia humana ha quedado satisfecha; pero el carácter del protagonista de aquel sangriento drama hace demasiado a mi asunto para que me prive del placer de introducirlo.
Era alto, enjuto de carnes, ágil y recio, con poquísimas canas aún, atusados y negros los bigotes y la barba, muy atildado y pulcro en toda su persona y traje, y con ojos zarcos, expresivos y grandes. No le faltaba ni muela ni diente, que los tenía sanos, firmes y muy blancos e iguales.
472 El que vive de la caza a cualquier bicho se atreve, que pluma o cáscara lleve, pues, cuando la hambre se siente, el hombre le clava el diente a todo lo que se mueve. 473 En las sagradas alturas esta el Maistro principal que enseña a cada animal a procurarse el sustento, y le brinda el alimento a todo ser racional.
Pero los convidados de doña Manuela eran personas de buen diente. Sólo «las magistraditas» y «las perchas» de López comían con cierto dengue y lanzaban miradas escandalizadas cuando veían en sus copas dos dedos de vino; pero los demás tragaban de buena fe, y el ruido de sus mandíbulas parecía gritar en el silencioso comedor: «Aquí se come y se goza... y ruede la bola.»
Palabra del Dia
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