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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Aun le veo, tendiéndome la mano y diciéndome: «¡Toma!... esto es para Grano de Sal... Adiós... viejo... no te olvides». ¡Voto a tal! dijo el viejo emocionado , esto me da más pena ahora, cada vez que me acuerdo, que en el momento en que ocurrió. ¡Pobre Zeli! Y la cabeza del señor Durand cayó entre sus manos callosas y arrugadas.
Corrí yo entonces a rematarla con otro tiro de mi escopeta; pero me detuvo Chisco, diciéndome mientras cargaba apresurado la suya igual que hacía Pito por su parte: Guarde esas balas por lo que puede suceder de prontu. Pa lo que usté desea jacer, con el cachorriyu sobra.
Y como yo pretendiera objetarle, me interrumpió, diciéndome en voz baja y acongojada. Mi hija, sólo mi hija me atrae a la vida... Llegábamos a casa en el momento mismo que entraban Fernanda y Blanca después de una batida por las mejores tiendas de lujo. Madre e hija estaban lindísimas como de costumbre y vestidas con una suprema elegancia.
Allí, en una mesa, cerca de otra, donde un grupo de trasnochadores hacía su colación alegremente, nos sentamos los dos, y luego que él saludó con complacencia y gran dignidad a los turbulentos vecinos, diciéndome, mientras movía la cabeza y sonreía: "son los muchachos de los diarios, ¿sabe?, los noticieros de la Patria Argentina , La Nación, La Prensa, que vienen a conspirar contra los directores porque no les aumentan el sueldo", nos pusimos a comer.
ELOY. Esperamos a que acabara esta triste exhibición; luego se adelantó Chabornac, se llevó aparte a la rapaza durante algunos minutos y después de esto me la trajo, diciéndome: «¡Aquí la tiene, señor Genvrain!
»En ese momento, Juancito, que se había bajado ya, montó de un salto y acercándoseme, me dijo: «Vamos, don Ricardo, no le conteste»; pero yo le dije: «No me insulte, Anastasio, porque le puede costar caro». Al oír esto, se entró rápidamente y volvió a salir, poniéndose el cuchillo en la cintura y con un amador en la mano, diciéndome: » Caro me lo van a pagar ustedes y al mismo tiempo gritaba hacia el interior: ¡Enfréname el bayo!
En fin, querida mía, si se tratará de cualquiera extraño, de cualquier advenedizo que en esta ocasión se presentase, ni por el pensamiento me pasaría que usted pudiera preferirle a mí; pero ¡ay! se trata de una antigua amistad, de un cariño antiguo en él y antiguo en usted.... Usted me lo ha revelado, diciéndome con el acento más noble y leal: «es verdad, es verdad».
Benítez, el joven de pocas palabras y muchos estudios, observador y taciturno, había permitido a su enferma, a la Regenta, que escribiera, si este ejercicio la distraía, a ciertas horas en que la aldea no ofrece ocupación mejor. «Escríbame usted a mí, por ejemplo, de vez en cuando, diciéndome lo que sabe que importa para mi pleito.
Nada de nuevo, si no es que me ha escrito diciéndome que Alfonso ha sido bien recibido con mucha distinción entre personas de la mayor concurrencia, donde su personalidad y sus talentos produce, según la expresión de Mme. Vaux, mi hermana, un tipo de entusiasmo.
Amo a Electra con amor tan intenso, que no aciertan a declararlo todas las sutilezas de la palabra humana. Desde que la vieron mis ojos, la voz de la sangre clamó dentro de mí, diciéndome que esa criatura me pertenece... Quiero y debo tenerla bajo mi dominio santamente, paternalmente... Que ella me ame como aman los ángeles... Que sea imagen mía en la conducta, espejo mío en las ideas.
Palabra del Dia
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