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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
»Pero no, aquél es el dominio de su amante, y aquél su cuello de lis y aquélla su mano encantadora. «¡Rosa, un dichoso proyecto te aguarda! ¿lo recuerdas? Y me dirás demasiado pronto, cruel, que el día viene.
Hablemos un poco... Pero él no me ama a mí murmuré tristemente. ¡Déjame hablar, qué diablo! Si lo amas, sabrás sin pena que su matrimonio se ha roto. ¿Completamente? Completamente. La misma Luciana le ha confesado la historia y lo ha dispensado de sus juramentos. ¿Y él ha consentido? Sin resistencia, y debe estimarse muy dichoso.
Ella imagina que su alma está llena de un místico amor de Dios, y que sólo con Dios se satisface, porque no ha salido a su paso todavía un mortal bastante discreto y agradable que le haga olvidar hasta a su niño Jesús. Aunque sea inmodestia, añadía mi padre, yo me lisonjeo aún de ser ese mortal dichoso.
Nos hemos explicado, perdonado y reconciliado. Me ha renovado la seguridad de su amor y de su voluntad de ser mía. Debería ser dichoso y no lo soy. Cuanto más la conozco, más echo de ver que los sentimientos de Luciana no tienen aquella sencillez franca y luminosa que me conquistó al principio. Su alma es complicada, y lo que ignoro de ella me turba y me alarma.
La gente me mira con lástima, como a un enfermo; pero yo, en mí, me recreo en lo sano de mis juicios. Dichoso el que piensa bien, porque él está en grande».
Inútil es hablar de su recepción en el castillo de Monteagudo, y de la inmensa ventura que llenó aquel dichoso hogar, poco antes tan agobiado por la tristeza y el dolor. El barón León de Morel vivió todavía largos años, colmado de honores, tranquilo y feliz. La dicha de Roger de Clinton y su esposa adorada fué también completa.
Más sabio que nosotros y ya menos dichoso, Teobaldo era más grave, más reflexivo. Conocía el mundo; es decir, los pesares; nosotros no conocíamos más que nuestro mutuo afecto, la amistad y la dicha. »Una mañana, brillaba el bello sol de otoño, estábamos los tres en un extremo del parque, hablábamos familiarmente, y Carlos nunca habíase mostrado más gracioso y amable.
Es justo deste quede gran memoria, Que su fin lo merece lastimoso, Y pues llevò la palma de victoria, Gozoso le nombremos y dichoso. Yo espero nuestro Dios le dió la gloria, Que yo le conocì por virtuoso, Y oidme aquesta grande maravilla, Que mas me mueve
¡Después de los cocodrilos los piratas! exclamó Cornelio . ¡Qué dichoso país y qué hermosa noche! ¡Callad! dijo el Capitán. Se inclinó hacia el agua y escuchó. Sí dijo, después de algunos instantes . Deben de ser los piratas que vienen río arriba. He oído el batir de muchos remos. ¿Suben con las piraguas?
Trascurrían los minutos, y ni uno ni otro rompían aquel silencio dichoso ni se distraían un punto de la atención intensa en que sus espíritus se confundían. Aquel ser diminuto, inconsciente, aquel pedacito de carne rosada se reflejaba igualmente en sus ojos y ataba con hilos invisibles sus almas y sus vidas. ¡Qué hermosa es!
Palabra del Dia
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